martes, xaneiro 24, 2006

La inocentada del acorazado.

ARCHIVOS DE LA O.P.A.
La práctica de la impostura I. (Apéndice)

Hace un tiempo les escribí aquí sobre la broma que Horace de Vere Cole junto a un grupo de amigos había gastado a la marina británica el 10 de febrero de 1910. El pasado viernes practicando uno de mis deportes favoritos (el rebusco en librerías) me topé con un volumen titulado La inocentada del acorazado que la editorial Valdemar (se goza sólo leyendo el catálogo) publicó en 1999.
El volumen recoge cuatro textos. Una interesante introducción de Dámaso López García que nos pone en antecedentes de la inocentada y el significado que puede darse a la misma dentro del pensamiento y el obrar del grupo de Bloomsbury y especialmente de Virginia Woolf que, a la postre, fue la más famosa de los partícipes de a mascarada aunque por aquel entonces aún se apellidase Stephen. A este texto le sigue la breve introducción que Quentin Bell escribió para la edición británica de 1983 del siguiente, el propiamente titulado La inocentada del… , que es la descripción que uno de los bromistas (Adrian Stephen, hermano de Virginia) hizo de la anécdota con ocasión de la muerte de Vere Cole. Por Adrian, que en las primeras líneas promete sinceridad, descubro que realmente ellos no emplearon la expresión bunga bunga que luego se generalizó gracias a la prensa y a las revistas musicales:

La inocentada se divulgó, a toda plana, en el Daily Mirror, otro periódico publicó otra entrevista. Creo que se trataba de uno de los ayudantes de Clarksons, que decía saber mucho más de lo que en realidad sabía, y en concreto afirmó que habíamos empleado la expresión “bunga bunga

Sobre el idioma había escrito antes:

El Almirante me daba esa información, y me pidió que lo tradujera al Emperador. Durante un momento e quedé parado, no sabía qué hacer. “Mucho me temo que esto es difícil de traducir al abisino, señor –dije-, pero probaré a ver”. “Entaqui, mahai, kustufani”, empecé (…) hoy es el día que no sé si se trataban de palabras suajilis de la gramática que habíamos leído, o más bien acababa de inventármelas, pero sé que desde entonces no las he inventado. (…) Como no soy capaz de inventar una algarabía me di cuenta de que me enfrentaba a nuevas dificultades. Debería ser capaz de decir algo que no fuera demasiado entrecortado, ni muy inverosímil. Tras una pausa reanudé el discurso: “Tahli bussor ahbat tahl aesque miss. Erræma, fleet use…”, etcétera.


Adrian Stephen decidió deformar los fragmentos de Virgilio y Homero que le habían obligado a aprender de memoria. Este texto, de acuerdo con don Dámaso López, que es también el traductor, corresponde el Libro IV, verso 437 de la Eneida: “Talibus orabat, talisque misserrima fletus.”

Cierra el libro un relato de Virginia Woolf (La sociedad, 1921) en el que incluye una referencia a la broma del acorazado. Un relato curioso en el que una sociedad de mujeres deciden poner en tela de juicio –teórico- la civilización construida por los varones para decidir si merece la pena continuar trayendo niños al mundo. Un relato, en mi opinión, más que feminista, humanista pero ya me dirán lo que opinan ustedes.

Más en: Mistificación a bordo I y II.

2 comentarios:

Coronel Kurtz dixo...

Pedazo de blog literario.Vaya nivel teneis.Da orgullo que gente de León tenga estas inquietudes.

Sergio B. Landrove dixo...

Gracias por la crítica desmedida. De todos modos, como dice una sabia, más vale que produzca alegría que orgullo...

Gracias por leer y anotar su opinión.