sábado, xaneiro 14, 2006

Mañana ( y IV ).

El depósito de Napalm estaba en las afueras de Pamplona lo que exigía a la Regencia negociar con el Lehendakari. Sabían que el presidente vasco no aceptaría el uso de las armas de los etarras. Euskadi resistía los embates de los andalusís con un escaso ejército aprovechando las ventajas que le daba su orografía, su frente apenas había retrocedido diez kilómetros en tres años, pero si España caía Euskadi estaba condenada a la anexión. El Regente llamó al Lehendakari: “he hablado con Atila y pone a nuestra disposición su arsenal. Tiene Napalm en Pamplona.”; “¿Estás pensando usarlo? Casi he convencido de tu legitimidad a la ONU pero un ataque masivo a la población civil fortalecería al Califa y más bajo presidencia estadounidense del Consejo de Seguridad… ¡Despierta! ¡Hemos de abandonar la península!”; “No podemos abandonar –replicó poco convencido el Regente- ¿Dónde iremos? Diez millones de personas, ¿un éxodo?”; “La Unión Sudamericana ha ofrecido asilo a todos los refugiados, sólo ellos tienen medios…”

NOTA DEL EDITOR:

Este “esbozo para un relato”es obra de mi querido amigo Alejandro Pérez Sánchez, opositor a la carrera judicial y escritor vocacional. Dos meses después del nefasto once de marzo de 2004 me lo envió por correo para que le diera su opinión. Tras leerlo de un tirón, como sin duda habrán hecho ustedes, le llamé y le dije. “Me gusta mucho. Tienes que continuarlo.”. Por una de esas ironías de la historia falleció en el atentado que, según la últimas investigaciones, un grupo vinculado a Al Qaeda cometió contra la Audiencia Nacional el 6 abril de 2005. Él se dirigía a examinarse al Tribunal Supremo cuando el camión bomba estalló. Quede este relato en recuerdo deAlejandro y las víctimas del terrorismo.
Sergio B. Landrove.

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