luns, marzo 31, 2008

Coplas de la infancia de mi abuela, por Rodrigo Osorio. (XVIII)

Por aquellos años hizo
obras el Ayuntamiento:
asfaltó bastantes calles,
puso aceras de cemento.
Las casas estaban hechas
siguiendo antiguo modelo
para hacer las novedades
hubo que tirar primero
muchos de los corredores
que ocupaban el terreno.
Las escaleras externas
eran el único acceso
así que los más vecinos
haciendo escalas se vieron.
Todos menos Pepe, tío
de Ignacia que estaba lelo
y al que,por la caridad,
le dio escalera el Concejo.
Tío Pepe compartía
la casa con otra gente
que no hizo su escalera
dejando obra pendiente
«Mientras no hacemos la nuestra
usaremos la de Pepe»
El tío asiente riendo
porque ningún mal presiente.
Pepe ganaba unos cuartos
haciendo de campanero,
también hacía recados
para la gente del pueblo
que le pagaba en especie:
cachos de pan de centeno,
un chorizo, unos repollos…
¡De lo que iban teniendo!
Estando todos en casa
entra Pepe enfadado
por sus gestos y sus voces
se ve que está asustado.
Don Manuel muy pronto entiende
lo que le dice su hermano:
«Le han robado la comida
¡han sido los descastados!»
Aprovechando que suben
por escaleras ajenas
los vecinos de Pepín
le vaciaron la despensa.
Don Manuel muy irritado
va al cajón de la herramienta,
saca clavos y martillo:
«¡Se les acabó la fiesta!
Les atranco para siempre
esa puñetera puerta
y si quieren ir a casa
¡que entren por la azotea!»,
va gritando por la calle
don Manuel a quien lo oyera.
De dos zancadas él sube
por la causa del problema.
Atraviesa dos listones,
comienza a sellar la puerta.
A los golpes del martillo
los vecinos ya salieran,
a puntapiés y puñadas
quieren parar la obra nueva.
Don Manuel que está enfadado
no repara que son hembras
y usando uñas y dientes
va y se defiende de ellas.
Han seguido a don Manuel,
Angustias y la compaña
cuando llegan a la casa
se meten en la batalla.
Al auxilio de la gente
llega bien pronto la Guardia,
los llevan a todos presos
por discutir a patadas.
Ignacia que fue al mercado
por su madre encomendada
cuando vuelve se la cruza
por la pareja esposada.
«¡Ay, Dios mío! ¿Qué ha pasado? »,
se pregunta la chavala
cuando ve entre los presos
al padre y a su hermana.
«¡Tranquila, Ignacia, no temas
que no nos va a pasar nada!»,
dice Angustias, pero miente
que se le nota en la cara,
«Vete y cuida a los pequeños
y quédate quieta en casa
que dentro de un rato estamos
ya todos juntos de cháchara»
Los Guardias se ríen de esto
que su madre le contaba:
«Señora, no mienta a su hija
que la buena temporada
que va a pasar entre rejas
no nació quien la quitara»
Después de oir estas cosas
se marcha llorando Ignacia.
De repente no recuerda
lo que madre le encargara:
«¿Qué paquete era para ellas?
¿Cuál para la tía Juana?»
Sale corriendo y corriendo
y los alcanza en la Plaza.
«Madre, ¿qué paquete es nuestro?»
«El grande. El otro, Ignacia,
llévaselo a la tía antes
de ir para nuestra casa»
Teruelo, uno de los guardias,
se mete con la rapaza.
Ignacia, del miedo que tiene,
le saca una lengua larga.
«Venga, niña, si no quieres
quedarte aquí encerrada
más te vale ir corriendo
derechita para casa»
Cuando va a doblar la esquina
que la lleva a su morada
ya escucha gritos y llantos:
¡ya está la gente enterada!
Se guarda pronto en cocina,
y allí de llorar no para
con sus hermanos y abuelo
y es tanto el miedo que pasan
que se olvidan de cenar
y de marchar a la cama.
A eso de las doce y media,
era la noche mediada,
abren la puerta de fuera:
¡a los presos liberaran!
El señor Guerra volvió
de un viaje en el que estaba
y al saber de la noticia
por la familia mediara
porque don Manuel, el padre,
para él bien trabajaba
y se habían hecho amigos
entre jornada y jornada.

domingo, marzo 30, 2008

Coplas de la infancia de mi abuela, por Rodrigo Osorio. ( XVII )

En casa están sentadas
Ignacia y su hermana Celia
su madre les dice: «¡Ea,
teneis que ir a la huerta
a ver si tenemos agua
para regar la cosecha!»
Si la hay, una me avisa
y la otra allí se queda
para decir a vecinos
que nos toca a nos la quenda
Las niñas llegan al huerto
y allí ven a la su abuela
Basilisa que les dice:
«¡ Ya estoy yo, vos a la escuela!»
Por el camino se paran
en una viña en que vieran
unos racimos maduros
con una pinta muy buena.
Miran a uno y otro lado,
y meten mano en la cepa
sacan dos gajos enormes:
«¡Ya tenemos la merienda!»
Cuando vuelven al camino
sale el dueño de las cepas.
«¡Ladronas y malandrinas
voy a hacer que os detengan!»
Las prende por una mano
y corriendo se las lleva
derechas al cuartelillo:
quiere interponer querella.
Las niñas de lo asustadas
lloran y lloran sin tregua.
El hombre grita: «¡Ladronas!»
Basilisa que lo viera
va a casa de doña Angustias:
«¡La culpa es tuya, peleixa,
que mandas al huerto a niñas
mientras tú duermes la siesta!»
Al llegar al Consistorio
un funcionario los espera
«¿A quienes me traes aquí
Pero, ¿no te da vergüenza?
En vez de meterles miedo
otro racimo debieras
darles para sus hermanos
¡Si son dos niñas pequeñas!
¡Vamos, anda, vete a casa
vas a acabar entre rejas
como sigas abusando
de las criaturas buenas!»

sábado, marzo 29, 2008

Coplas de la infancia de mi abuela, por Rodrigo Osorio. (XVI)

En abril del 39,
la Guerra al fin terminó
y en Cacabelos la gente
la noticia recibió
con alegría o tristeza,
según es su condición.
Los falangistas montaron
la mejor celebración
conforme a sus preferencias:
Misa, bando, procesión,
banderas, himnos y tiros.
¡Qué al fin Madrid se rindió!
El día 1 de abril,
cuando terminó la guerra,
don Manuel lloraba mucho,
de alegría y de pena.
Triste porque Nacional
precisamente no era;
alegre porque sabía
(había echado las cuentas)
que a su quinta llamarían
la siguiente para leva.
Así que aunque él no fue
(como su costumbre era)
a la fiesta de Falange
en su cabeza hubo fiesta
pero también mucho duelo:
¡Cosas de la puta guerra!

venres, marzo 28, 2008

Coplas de la infancia de mi abuela, por Rodrigo Osorio. (XV)

Aunque ella va a la escuela
continúa trabajando:
ayuda en casa a sus padres
y hasta en las tierras labrando
se pasa muchas mañanas
desde el invierno a verano.
Pero no todo es deber
que también hubo descanso.
Don Manuel un día dice:
«¡Ignacia dame la mano
que vamos a ir al cine
que te lo tienes ganado!
Creo que te va a gustar
es película de cantos
y bailes aragoneses…
¡Corre que así no llegamos!»
Cuando entran en la sala,
la historia ya ha empezado
y aquellos aragoneses
un jamón están cortando
«¡Hija, llegamos a tiempo!
¡A ver si reparten algo!»

Coplas de la infancia de mi abuela, por Rodrigo Osorio. (XV)

Aunque ella va a la escuela
continúa trabajando:
ayuda en casa a sus padres
y hasta en las tierras labrando
se pasa muchas mañanas
desde el invierno a verano.
Pero no todo es deber
que también hubo descanso.
Don Manuel un día dice:
«¡Ignacia dame la mano
que vamos a ir al cine
que te lo tienes ganado!
Creo que te va a gustar
es película de cantos
y bailes aragoneses…
¡Corre que así no llegamos!»
Cuando entran en la sala,
la historia ya ha empezado
y aquellos aragoneses
un jamón están cortando
«¡Hija, llegamos a tiempo!
¡A ver si reparten algo!»

xoves, marzo 27, 2008

Coplas de la infancia de mi abuela, por Rodrigo Osorio. (XIV)

En las clases hace amigas
entre las niñas traviesas:
Minerva, Noemí y Sara
son 3 buenas compañeras,
pero arman tanto lío
que les dice la maestra:
«A vosotras, señoritas,
mal el nombre os pusieron
pues más que 3 niñas chicas
parecéis 3 hombres fieros
en “U” deberían terminar
los nombres de nacimiento
Sarú, Noemú, Minervu:
vuestros nombres son, ¡No miento!»
Cuando doña Maximina
la clase sola dejaba
para preparar comida
u otra tarea de casa
a veces mandaba al hijo
a cuidar a la alumnada.
Minervú haciendo honor
al nombre que ya le daban
se enfrentó al vigilante
con puños y con patadas
el resto de señoritas
con aplausos la animaban.
El pobre del vigilante
pagó por su madre mala,
que llegó tarde a salvarle
de la horda de rapazas.
Las pizarras de las niñas
eran todas de latón
menos una de entre el resto,
de primera división,
que por ser de losa buena
era de todas ilusión
usarla para en la clase
hacer cuentas sin borrón.
La primera que llegaba
cogía el pizarrón,
pero esto no era nunca
del problema solución.
Siempre se formaba bronca
y una enorme discusión
sobre quien llegó primera:
«No fuiste tú que fui yo»
Ignacia muy a pesar suyo
con el problema acabó
un día que a la escuela
ella la primera entró.
Cogió la losa en la mano
cantaba de la emoción.
«¡Hoy no hay duda! ¡La he cogido!
¡La primera he sido yo!»
El resto de las chiquillas
no le quieren dar razón,
se abalanzan sobre ella
con la peor intención.
La niña Ignacia temiendo
el robo del pizarrón
se sienta sobre la losa
para salvar posesión.
La losa, claro, hizo crac,
bajo el peso se rompió.
Maximina, la maestra,
como una fiera salió
y dijo: «¿Qué ha pasado?»
y a la Ignacia calentó.

Os amigos de Archimboldo Roque.


Juan de Dios García acoge en El coloquio de los perros (Número 20. Primavera de 2008) un recorrido alfabético por uno de mis tebeos favoritos Os amigos de Archimboldo Roque, de Jacobo Fernández Serrano. Pueden leerlo pulsando sobre el título.



RECORRIDO ALFABÉTICO POR "OS AMIGOS DE ARCHIMBOLDO ROQUE", DE JACOBO FERNÁNDEZ SERRANO.




Como las revistas tienen fecha de cierre aparece como «aún inédito» Aventuras de Cacauequi (Edición Anotada) que esta misma semana sale a la venta (en galego y castellano) editada por El patito editorial.


Más en:

Las ciberbitácoras de Jacobo Fernández:

Os amigos de Archimboldo Roque y

Jacobo Fernández.

Cultura galega:

Jacobo Fernández Serrano
(con varias historietas que se pueden leer no sin esfuerzo)


*Una recomendación: Hasta el 8 de junio en el Auditorio de Galicia de Santiago de Compostela se puede visitar la exposición 1973-2008 Historieta galega en la que, entre otras muchas cosas interesantes, podemos ver algunos originales de estos «amigos».



**
Un poco más de autobombo: Ana Lorenzo recomienda apasionadamente mi crítica apasionada de «Os Amigos…» en Libro de notas. ¡Muchas gracias, Ana!

mércores, marzo 26, 2008

Coplas de la infancia de mi abuela, por Rodrigo Osorio. (XIII)

Por aquel tiempo de Guerra
el pan más escaseaba
y un vecino ofrece a Angustias
trabajo para la Ignacia:
«Si pastorea mi buey
yo de comer bien le daba»
La madre dice que bueno,
el padre pon mala cara
pero asiente resignado:
la necesidad es tanta
que no será poco alivio
tener hija merendada.
Así que Ignacia comienza
a trabajar desde enana
llevando a pacer a un buey
desde las luces del alba.
Manuel no está convencido,
Basilisa le acompaña
persuaden a doña Angustias
de que es idea muy mala
el que la niña trabaje
cuidando una bestia parda.
Y cuando el dueño encuentra
pastora bien preparada
libera a la niña chica
de aquella pesada carga
y vuelve Ignacia al colegio
ahora con muchas más ganas,
pues de segunda a tercera
ha pasado la «estudianta»

martes, marzo 25, 2008

Coplas de la infancia de mi abuela, por Rodrigo Osorio. (XII)

Don Antonio, el señor cura,
a Luciano visitaba,
eran muy buenos amigos
a pesar de la sotana.
«Mire, don Antonio, tengo
una duda bien clavada.
Si el lobo come en el monte
a uno que allí paseaba
y no se encuentra su cuerpo,
ni en cementerio descansa
sino que abona los pinos,
las encinas y castañas
¿ese también va al Cielo?»
Estallan las carcajadas:
« ¡Luciano, qué cosas tienes
siempre de broma tú andas!»
Con Ignacia, don Luciano
ensaya muchas tonadas
cantan canciones de Misa
y también de las de casa.
Le gusta mucho la Salve
y le dice siempre a Ignacia
«Si la ensayásemos bien
tú la cantabas por Pascua
que yo se lo pido al cura
por la amistad que me guarda»
Desde que tiene la idea
no paran ya de cantarla
4 veces por la tarde
y 5 por la mañana.
Cuando ya está satisfecho
a don Antonio le salta:
«¿Dejaría que mi nieta
la Salve en Misa cantara
en Fiesta bien principal,
por ejemplo… ¡por la Pascua!?»;
«Si lo hace bien no hay reproche
para organizar cantata»,
le responde don Antonio,
«pero tengo que probarla»;
«Ignacia, ven un momento,
para el señor cura canta
la Salve como ensayamos
que le apetece escucharla»
La niña canta muy seria
como el abuelo enseñara
el cura al final aplaude
de tanto como gustara:
«¡Claro que vas a cantar
en Misa Mayor, Ignacia!»
Al abuelo de contento
casi se le caen las lágrimas,
se le hincha mucho el pecho,
luce sonrisa en la cara.
Tristemente no llegó
al momento que esperara
porque Luciano murió
antes de fecha fijada.

luns, marzo 24, 2008

Coplas de la infancia de mi abuela, por Rodrigo Osorio. (XI)

Del frente vuelve Vicente
que permiso se ha ganado.
Cuenta cosas de la guerra
que les dejan asombrados.
Lo que a todos más extraña
es que haya vuelto armado:
de pistolas y fusil
viene el tío pertrechado.
«¿Cómo trajiste los trastes?»,
le pregunta don Luciano.
«Padre, ahora se lo cuento
pues es caso bien extraño.
Cuando me dan la licencia
para pasar aquí un rato
me llama mi superior
para que vaya al despacho
y me dice todo serio:
“Tu ficha he estado mirando
y los de Reclutamiento
una nota han dejado
en que me piden permita
que vuelvas a casa armado
para vengar una ofensa
que te hicieron desalmados.
Así que lleva pistola
y una granada, soldado,
y da a aquellos cabrones
lo que se tienen ganado.
Que no sufrirá pena alguna
ninguno de mis soldados
menos por hacer justicia
al que tanto le ha dañado”»;
« ¿ Y qué vas a facer, hijo?»
«Guardarlas bajo candado
y no usarlas ni de broma
que ya hemos derramado
bastante sangre en el pueblo,
para seguirnos vengando.»

domingo, marzo 23, 2008

Otra historia es probable en eBierzo.


Ch3chu y compañía han tenido a bien acoger en su ciberbitácora un artículo presuntamente humorístico. Si les interesa pueden leerlo pulsando sobre su título:






Supongo que nunca les podré agradecer bastante los lectores que me regalan, aún asi: ¡Muchas gracias!

Coplas de la infancia de mi abuela, por Rodrigo Osorio. (X)

Al margen de la contienda,
la vida sigue avanzando
y cae gravemente enfermo
el abuelo don Luciano.
Con los hombres en la guera
y las hembras trabajando
le toca a la niña Ignacia
estar de enfermo cuidando.
La tía Amalia trabaja
por las viñas y los campos
pero antes de marchar
deja el yantar preparado.
El resto lo hace Ignacia
que los días son muy largos:
barre, friega, limpia, cose,
da la merienda a Luciano,
habla con él y le canta,
le espanta moscas del lado.
El abuelo también cuenta
a la niña muchos casos:
de Cacabelos y el mundo,
del presente y del pasado.
Al colegio sólo va
cuando le deja el trabajo
pero aprende muchas cosas
escuchando a don Luciano.
Así un día en la escuela,
la maestra ha preguntado:
«¿Quién descubrió las Américas?»
y todos se han callado.
La niña Ignacia recuerda
lo que su abuelo ha contado
y muy bajito va y dice:
«Colón, el marino osado»
Josefina, la maestra,
a pesar del tono bajo
oyó lo que dijo Ignacia
y le pide que hable alto.
Ignacia repite fuerte
el nombre del buen cristiano
y Maximina le dice
al resto del alumnado:
«¡ Y casi no viene a clase!
¿Quién esto te ha enseñado?»
Ignacia llena de orgullo:
«¡Mi buen abuelo Luciano!»

sábado, marzo 22, 2008

Coplas de la infancia de mi abuela, por Rodrigo Osorio. (IX)

Una tarde en la escuela
la maestra anunció
«Mañana: paseo escolar.
Nos visita un escritor
que nos hablará de cosas
que merecen atención»
Sabiendo que no habrá clase
pasan la noche peor,
se hace más larga que nunca
esperando primo albor
que anuncie los buenos ratos
que trae consigo excursión.
Al campo de San Bartolo
van todos en procesión.
La maestra les enseña
una bonita canción
que entonarán todos juntos,
cual si fueran orfeón,
para recibir al hombre
que visita la región.

(La canción alaba al libro
como el amigo mejor,
que nos cuenta las verdades
y distrae nuestra atención,
que nos lleva de viaje
y nos abre el corazón.)

La ensayan 2 ó 3 veces,
y al llegar el escritor
se la cantan y él aplaude.
«En pago de la canción
yo tengo para vosotros
de noticias, la mejor:
el ejército de España
Bilbao ahora tomó
que lo he oído por la radio
cuando llegué a la estación»
Ignacia tiembla un poquito
esperando lo peor:
cada victoria de Franco
anuncia celebración.
La Falange, en la plaza,
entona el «Cara al sol»,
lanzan vivas al Caudillo,
a la patria y ¡hasta a Dios!
Y la abuela Basilisa
no desperdicia ocasión
y siempre se lleva a Ignacia
a la bélica reunión,
la pone en primera fila
y juntas cantan el son
que es el himno falangista
tras escuchar un sermón
que da el alcalde del pueblo,
alabando la pasión
de «bravos hijos de España
que salvan a la Nación.»
Cuando Ignacia vuelve a casa
se cruza con los vecinos
que se cuentan la derrota
de los rojos bilbaínos.
Muchos de ellos la celebran
otros no dicen ni pío
(tristes ven como la guerra
va siguiendo su destino).
«Madre, ya volví del campo»,
dice Ignacia bien bajito,
«fue la toma de Bilbao
así que hoy habrá lío.
Si viene abuela a buscarme
dígale que no he venido
que no me apetece nada
acompañar al gentío
de la mano levantada
a celebrar lo ocurrido»
Para que nadie la encuentre
se guarda en un escondrijo
que es debajo de la cama
en un bien oscuro sitio,
donde nadie pensaría
que se iba a meter un niño.
Allí debajo la nena
da vueltas al sucedido
«¿El “ejercito de España”
es al que sirve mi tío?,
¿Estará él en Bilbao?,
¿Será un héroe de libro?
¿Por qué matan a la gente
si en nada les han ofendido?»

venres, marzo 21, 2008

Coplas de la infancia de mi abuela, por Rodrigo Osorio. (VIII)

A pesar de las sonrisas,
la guerra no ha terminado
y continúa avanzando
el ejército de Franco.
Cada vez más sangre riega
de España todos los campos
tanto soldado ha caído
que son hombres reclutados.
Para «servir a la Patria»
llaman al tío Carballo:
primero era enemigo,
ahora será buen soldado.
Al pasar la revisión,
que han de pasar milicianos,
ven su espalda magullada,
sus miembros amoratados.
«¿Dónde y quién te hizo esto»,
le pregunta el encargado.
«Fue volviendo de Fabero
donde yo tenía trabajo
en las minas que allí hay»,
dijo Vicente asustado,
«Fueron unos falangistas
que a la sombra me esperaron»
El militar toma nota,
después de escribir el «Apto»,
en la ficha del recluta:
«soldao» Vicente Carballo.

xoves, marzo 20, 2008

Coplas de la infancia de mi abuela, por Rodrigo Osorio. (VII)

Un día que llueve mucho,
¡un diluvio a la berciana!,
Angustias manda a la niña
a llevar almuerzo al papa.
Le pone bajo el bracito
una olla con pescada
y en la otra mano le calza
un gigantesco paraguas.
Avanza a pasitos cortos
contra el viento, contra el agua
hasta llegar a la viña
donde don Manuel podaba.
La lluvia parece niebla
y la su vista nublaba
avanza por el camino,
carreterita encharcada.
La viña está en un alto
padre conoce paraguas
y por la altura bien sabe
que debajo va la Ignacia.
Sin pensar en otra cosa
con la mano la señala,
desde lo alto del teso
muy contento él la llama.
Pero el silbido del viento,
la lluvia espesa, y las ganas
escasas de trabajar
tienen a Ignacia engañada.
No reconoce a su padre
en aquel hombre con barba
que parece un enanito
o un trasno deses que hablan
de noche en los filandones
que tanto miedo le daban.
Don Manuel baja la cuesta
dispuesto para ayudarla
pero cuando ve que se acerca
su hija piensa: «¡Virgen Santa,
ahí viene ese enanito
a robarme la pescada!»
Suelta el paraguas y esconde
la pota bajo la falda,
y corre y corre chillando:
«¡Auxilio que este me mata!»
Los demás agricultores
se ríen de la chavala
y don Manuel, hombre fuerte,
en un santiamén la alcanza:
«¡Ignacia, estate tranquila
que no pasa nada, nada
que soy tu padre ¿no ves?
El mismo que viste y calza»
Cuando Ignacia se convence
de que estaba engañada
le da la mano a su padre,
se meten bajo el paraguas
y van juntos a la viña
a dar cuenta de pitanza.
En la olla va un guisado
con pescadilla y patata.
«¡Tenemos suerte que llueve
y no se acaba la salsa!»,
dice don Manuel chistoso
para hacer reir a Ignacia.

mércores, marzo 19, 2008

Coplas de la infancia de mi abuela, por Rodrigo Osorio. (VI)

Los hijos de doña Angustias
no tenían casi nada,
por no tener no tenían
ni ropa que los mudara.
A última hora su madre
el vestido les lavaba
y por la noche tendido
dejaba que se secara.
Se levantaba temprano
para remendar las faldas
y que sus hijos salieran
decentes de aquella casa.
Mientras en estos trabajos
sus manos ella ocupaba
no dejaba de cantar
sin pensar lo que cantaba:
igual entonaba un tango
que canción republicana
y de «La internacional»
a una ranchera pasaba
sin darse cuenta de que
su vida hasta peligraba
si alguno de los matones
escuchaba las tonadas
que a su boca le venían
de tenerlas escuchadas.
La preciosa voz de Angustias
despierta a la niña Ignacia
que tararea con ella
bajito desde la cama.

martes, marzo 18, 2008

Coplas de la infancia de mi abuela, por Rodrigo Osorio. (V)

No hubo frente en El Bierzo:
de Nacionales fue casa,
sólo el maquis resistió
echándose a la montaña.
Cacabelos no fue menos
y de moros fue posada,
falangistas y soldados
la tenían dominada,
tras matar republicanos
y humillar a la «morralla»
que así le llamaban ellos
a todo al que se enfrentaban.
Uniformados y chulos
por la calle paseaban
la Guardia Mora y los otros,
los de camisa azulada.
Metiendo miedo a los niños,
amenazando a muchachas
acarician las pistolas,
recordando que ellos mandan.

luns, marzo 17, 2008

Coplas de la infancia de mi abuela, por Rodrigo Osorio. (IV)

La Guerra Civil llegó
sembrando España de muerte
también sentó en Cacabelos
sus reales la insolente.
En dos bandos dividido
quedó el pueblo una mañana
que falangistas y rojos
se tenían muchas ganas.
Hubo quien sacó la cuenta
de lo que no le pagaran
y quiso cobrarla en la sangre
de quien algo le adeudara.
Salieron viejas rencillas,
odios, enfados, venganzas
y en aquel lío de tiros
cayó alguna buena alma.
Desde lo de los mineros
que a Cacabelos bajaran,
los Civiles y Falange
esperaban la venganza.
Tío Vicente Carballo
en la mina laboraba
y andando iba a Fabero
bien temprano de mañana.
Regresaba por la noche,
al terminar la jornada.
Y saliendo de Quilós
unos hombres le esperaban
y una paliza le dieron
pensando que lo secaban,
que por muerto lo dejaron
en el medio de la campa.
Los gritos del tío Vicente
los vecinos escucharan
pero por miedo a los otros
y a su brutal represalia
nadie salió en su ayuda
mientras estaban los fachas.
Más tarde, unos vecinos
avisaron a Carballa:
«A tu hijo le pegaron
en el camino de Arganza,
pero está vivo, no temas:
sus heridas van curadas
y descansa hasta la noche
escondido en nuestra casa.
Nada más caer el sol
lo traemos a su cama.»
Aquel día la Falange
se lo pasó de parranda
persiguiendo a sus rivales
hasta sacarles el alma.
«¡Mataron al señor Joaquín!»,
decía la vecinada,
«fueron a primera hora
a buscarlo a la su casa.
él los oyó e intentó
fugarse por la ventana
cuando oyeron el pestillo
dispararon con sus armas
y cayó Joaquín al suelo
con su vida ya acabada.»
«¡Ignacia, vete y le cuentas
lo que escuchaste a Carballa,
para ver que tal está
después de esta vil jornada!»,
dice Angustias a su hija
tras saber de represalias.
A abuela Angustias barriendo
ve desde lejos Ignacia
cuando se acerca descubre
que de llorar no parara:
«¡Pegaronlle ao Vicente
pola noite traenmo a casa

venres, marzo 14, 2008

Coplas de la infancia de mi abuela, por Rodrigo Osorio.(III)

Seis años recién cumplidos
Ignacia los va luciendo
corre por las calles, juega,
pero poco dura esto
porque un buen día su abuela
sigue del padre consejo
y dice «Ya tes edade:
¡tienes que ir al colegio!»
Ignacia no quiere ir,
la gente le mete miedo:
que si pegan, que si riñen,
¡que si los niños son «buenos» !
La noche antes no duerme
pensando en aquel tormento
que ha oído que es la escuela
en que enseñan sufrimiento.
Después de desayunar
Basilisa dice «¡Ea,
rápido, Ignacia, la mano
que hoy te es día de escuela!»
Conoce bien el camino
que va hasta la Calexa
pero parece más largo
de la mano de su abuela,
porque las cosas sin ganas
se hacen siempre arriba cuesta.
Ignacia contiene el llanto
y las ganas de a carreras
escapar de aquella mano
que la lleva hasta la escuela.
Cuando llegan al umbral
cerrada encuentran la puerta.
Una sonrisa ilumina
el rostro de la pequeña.
Basilisa no se rinde
porque ¡menuda era ella!
y con firme decisión
peta en portal de madera.
Al rato, el director,
que su nombre Augusto era,
sale y pregunta «¿Qué quieren
a hora tan tempranera?»;
«¡Buenos días, caballero,
traigo a mi nieta a la escuela»;
«Pues debe volver tal día
que hoy es jornada de fiesta.»
Basilisa afloja mano
ya Ignacia corre ligera,
nada en las lágrimas, canta
y deja sola a su abuela.
Vuelve a casa sonriendo
se abraza a su hermana Celia
que junto a los más pequeños
dejara en una llorera
por el miedo que tenían
de perder a primogénita.
«¿Ya saliste? ¡Tan temprano!»
«No, hoy no había escuela
asi que podemos jugar
un ratín a la chinela»
Pero al cabo de unos días
hizo la abuela la cuenta
y dijo a Ignacia: «¡Prepara
que mañana es día de escuela!»
¡Otra vez vinieron lágrimas,
gritos y hasta pataletas!
Que como el paredón creía
que eran las lecciones esas.

xoves, marzo 13, 2008

Coplas de la infancia de mi abuela, por Rodrigo Osorio. (II)

Eran años de pobreza
(y no sólo en Cacabelos)
la tierra daba muy poco,
los sueldos un tanto menos.
No hay mucho donde comer
y hay que ser listo: ¡el primero!
Por eso la niña Ignacia
siempre se da un paseo
por las cocinas humeantes
de sus señores abuelos
y donde ve el mejor plato
allí aposenta el trasero
y come lo que le dan
como diez lobos hambrientos.
Octubre del 34,
huele la nena a pimientos,
cachelos y bacalao que
Basilisa puso al fuego
«Hoy como aquí ¡Cómo huele!»
piensa para sus adentros
Ignacia Blanco que ya
de gusto se está relamiendo.
Llega la hora de la cena,
la pota ya está en el centro,
las cucharas preparadas,
los vasos… «¿Pero que veo?»,
dice doña Basilisa,
«¡Falta el vino! Un momento:
¡Dionisio baja y traélo
que no presta comer seco!»
El abuelo se levanta,
al corredor sale lento,
comienza a bajar la escala
¡y ve a todo un ejército!
Rápido vuelve a la casa:
«Basilisa yo no quiero
beber vino con la cena
¡que han llegado los mineros!»
«¿Pero que dis Dionisio?
¡Qué minera, ni minero!
Deja que ya bajo yo
que tú tienes mucho miedo.»
Basilisa precavida
abre la puerta con tiento,
primero saca cabeza y
ve armados a los mineros.
«Hoy cenaremos sin vino»,
anuncia sin miramientos.
Cuando ya van a comer
de aquellos buenos pimientos
restralla el primer disparo
de las hordas de mineros
a Ignacia le entra un tembleque,
una desazón, un miedo
que se le olvida hasta el hambre
y las ganas de cachelos.
Los tiros se oyen cerca,
luego un poquito más lejos
éstos son de los Civiles
y aquellos de los mineros
que vienen pidiendo lo suyo
y han bajado de Fabero
armados hasta los dientes
contra Guardia en Cacabelos.
Así, bajo los disparos
pasa lentísimo el tiempo
y mientras los demás comen
Ignacia toda es un tiemblo.
Después de un rato bien largo
llega su madre corriendo:
«¡Buenas noches, Basilisa!
¿Estáis todos bien? ¿Enteros?
Hace un rato que quedé
en llevar a Manuel esto»,
dice enseñando una olla
que lleva la cena dentro,
«Pero con el tiroteo
no fui hasta lo de Garnelo»;
«No te preocupes, Angustias,
parece que va remitiendo
espera un rato y si escampa
la guerra del firmamento
vamos hasta el alambique
¡Y a Manuel nos lo traémos!»
Al rato acaban los tiros
y las dos recorren presto
el camino que las lleva
hasta el sitio de Garnelo.
«¡Vámonos, Manuel, apaga
el alambique corriendo!
¡Vamos a casa no sea
que vuelvan los tiroteos!»

mércores, marzo 12, 2008

Coplas de la infancia de mi abuela, por Rodrigo Osorio. (I)

Prolegómeno.

Rodrigo, que no se me resigna a ser personaje y lucha por su condición de heterónimo, me envió ayer un cibercorreo en el que me decía:

Querido Sergio:

Hace año y pico […] me sorprendiste leyendo un romance ( Coplas de la vida de mi abuela) que había escrito para mi abuela Filomena en su 80ª cumpleaños y lo acogiste en tu Constelación. Mi otra abuela, Ignacia, acaba de celebrar su octogésimo aniversario y mi regalo […] son otros ripios sobre su infancia. Te los envío por si te apetece leerlos […]

Después de recabar su consentimiento comparto el romance con ustedes, espero que lo disfruten.




COPLAS DE LA INFANCIA DE MI ABUELA.
1928-1942


Era el año 28,
comenzaba el mes tercero,
cuando Ignacia fue a nacer
en villa de Cacabelos.
Don Manuel Blanco, su padre,
aserrador, bodeguero,
que para comer labraba
un par de viñas y un huerto.
Su madre, Angustias Carballo,
(era propio de su tiempo)
se dedicaba a cuidar
de la casa y los pequeños:
que Ignacia fue la primera
de un conocido quinteto
formado por Celia, Alfonso,
Emilia y Carmen. Tuvieron
aún otra criatura
que murió pequeña siendo
pero esta historia ahora
adelanta mucho el cuento.