sábado, outubro 20, 2007

Las tres vidas de Horace Beemaster ( y IV). BIBLIOGRAFÍA BÁSICA.

Los archivos de la O.P.A.
Quién no es quién (VI).





Beemaster, Horace Zebulon.

1. OBRA:


The sailing book,
Los diarios de Reginald Dickinson,
Bighead,
El calderero,
La furia del alba,
Los árboles ahogados,
El camino de un sueño y
El mendigo de horas.

2. BIBLIOGRAFÍA:

2.1. INVISIBLE*:

Recovery of Horace Beemaster, de David Fowler.
Novelistic of America, de Bob Norman.

2.2. VISIBLE:

El crítico como enemigo (Reivindicación de Horace Beemaster), de Sabino Ordás en Pueblo literario 12 de agosto de 1978. [También en Las cenizas del Fénix, de Sabino Ordás. J.P. Aparicio; L. Mateo y J.M. Merino. Calambur, 2002]

La confesión, de Juan Pedro Aparicio [Relato incluido en Palabras en la nieve (Un filandón) .Rey Lear, 2007 antes publicado en el número 130 de la revista Lateral]




* ¿Qué es un libro invisible? La respuesta aquí en C18: La biblioteca de Babel.

Las tres vidas de Horace Beemaster (III).

Los archivos de la O.P.A.
Quién no es quién (VI).



3.Última noticia de Horace Beemaster.

Juan Pedro Aparicio, discípulo de Sabino Ordás del que sin duda le viene la devoción por la obra de Beemaster, cuenta que en una primera edición, casi sin usar, de El mendigo de horas que compró por la internet en una librería de viejo de Minneapolis encontró una nota manuscrita del propio Horace Beemaster que venía entre las paginas 132 y 133 en la que se puede leer:

A quien pueda concernir:
A la hora de mi muerte, yo, Horace Zebulon Beemaster, declaro solemnemente que mi jardinero, Anthony Whilam, un mocetón irlandés analfabeto que sirvió en mi casa durante veinticinco años, ha sido el autor de todos mis escritos. Mientras él se bebía mi whisky, yo copiaba literalmente cuantas palabras iban saliendo de su boca. Así nacieron mis novelas más importantes: El calderero, La furia del alba, Los árboles ahogados, El camino de un sueño y El mendigo de horas. Ni siquiera los títulos son míos, que brotaron también de su boca. Hoy dejo esta nota en este ejemplar de El Mendigo de horas que yo guardo en mi biblioteca, con la esperanza de que, a mi muerte, la verdad resplandezca y mi alma recupere la paz. Firmado Horace Z. Beemaster

PD. : Anthony Whilam murió de una cirrosis hepática el 27 de febrero de 1829 a la edad de cuarenta y cuatro años
. *

Quizá sólo sea un cebo que Bob Norman dejó para que después de su muerte otro estudioso, quizá el escritor leonés, continuase desprestigiando a Beemaster. O una trampa que Beemaster dejó sabedor de que Norman iba a hacer, tras su muerte, todo lo posible para acabar con su reputación. Pero si se confirma la autoría de la nota y la realidad de los hechos que HB, si es que él es el autor, afirma en ella. ¿Deberán revisar de nuevo los críticos su obra? ¿Será necesario un nuevo Kubackewski que indague sobre Anthony Whilam? ¿Quién era Whilam? De decir verdad el manuscrito, sin duda alguna el más extraordinario cuentacuentos y el fundador de la novela moderna, nada menos.



*Traducción del propio Juan Pedro Aparicio en su cuento La confesión, incluido en Palabras en la nieve (Un filandón). Rey Lear, 2007. Antes publicado en el número 130 de la revista Lateral




Las tres vidas de Horace Beemaster (II).

Los archivos de la O.P.A.
Quién no es quién (VI).







2. Thomas Kubackewski y David Fowler: la recuperación de la memoria.

Tendría que ser un funcionario centroeuropeo apasionado por la obra de Beemaster el que diese el primer paso para arrojar algo de luz sobre el asunto. Desde Baviera, Thomas Kubackewski, un lector empedernido seguidor de las novelas de Beemaster, empezó a encontrar demasiadas contradicciones en las referencias, prólogos y artículos que Bob Norman dedicaba a H. Beemaster. No sin cierta ingenuidad receló que una persona tan despiadada como la que describía Norman pudiera ser autor de una obra tan sublime. E invirtió sus escasos ahorros en mantener correspondencia con todo aquél que hubiera tenido contacto en vida con el maestro de Wisconsin. Una persona le conducía a otra, pues cuando alguien le daba un nombre nuevo inmediatamente le escribía pidiéndole ayuda. Pronto fue la primera autoridad viviente en la vida de HB. Él fue el primero en acusar públicamente a Bob Norman (…) de mentiroso y falsario y a él se debe la reposición de la verdad, según cuenta Fowlder en el Prólogo de su Recovery of Horace Beemaster (1978).
Sembrada la duda por Kubackewski y muerto Norman el resto de los estudiosos se sintieron con fuerza para luchar contra el criterio de autoridad del albacea de HB. Las investigaciones más superficiales revelaban datos que ponían en entredicho las afirmaciones de exégeta oficial. Así aparecieron aquellos escritos en los que Norman decía, refiriéndose a HB:

es un caballero maduro y tranquilo, vestido con sencillez y humildad

descrpición diametralmente opuesta a la que decidió difundir tras su sonado enfado.

Poco a poco, la crítica mundial lo reincorporó al canon. Precisamente en ese momento Gabriel Ponte escribe que el monólogo interior del cazador Altenfender es la pieza más inquietante de la literatura universal y, como escribí antes, Booth, Harris, Eco y Bloom, siguiendo a Ponte, devolvieron a Beemaster el prestigio que Norman le había robado. Aparecen las primeras biografías en que se muestra a Beemaster como un escritor insuperable, un novelista endeudado e insatisfecho, un marido repudiado y bebedor y padre amatísimo y desgraciado. Una víctima más que un verdugo de una vida nada fácil.



En 1978, como colofón de todos estos trabajos, David Fowler publica Recovery of Horace Beemaster que compila todo el material conocido sobre el novelista americano. En este ensayo parte de la mentira construida por Norman para, después de elogiar el apasionado trabajo de Kubackewski para saber la verdad del maestro de Wisconsin, fijar los datos ciertos sobre el genial autor de Los árboles ahogados.


En España la defensa de la obra de Beemaster ha corrido esencialmente a cargo de don Sabino Ordás, amigo personal de Fowler desde que coincidieran en Utah. El maestro de Ardón no pierde ocasión de destacar que la escritura de Beemaster es clara precursora de la de Joyce y se queja de la enorme injusticia de que las obras del americano aún no estén traducidas al castellano.


Las tres vidas de Horace Beemaster (I).

Los archivos de la O.P.A.
Quién no es quién (VI).


Beemaster, Horace Zebulon.
(Wisconsin, EUA - Ontario, Canadá)

Hoy la crítica es unánime a la hora de valorar la narrativa de Horace Zebulon Beemaster, el más grande de los escritores americanos del XIX de acuerdo con la opinión del polémico y mediático Harold Bloom, pero no siempre ha sido así y puede que las cosas de nuevo estén a punto de cambiar.

De él se ha dicho que es el escritor más completo de todos los tiempos (Sabino Ordás); la mente más lúcida del siglo (Marvin Harris); un profeta en los usos del silencio ( Wayne C. Booth) o un maestro en la estela del Dante, Cervantes, Shakespeare y Goethe (Umberto Eco) pero para que Beemaster volviese al canon fue necesario el trabajo de Thomas Kubackewski, un funcionario de correos bávaro apasionado lector de Bighead y Los diarios de Reginald Dickinson. Quizá sea mejor contar esta historia desde el principio.

1. Bob Norman versus Horace Beemaster.

Durante décadas la vida y la obra del gran novelista Horace Beemaster estuvieron en manos de Robert (Bob) Norman. Norman (1817-¿?), uno de los más relevantes críticos literarios estadounidenses de la primera mitad del XIX, se dio a conocer tras publicar sendas antologías de novelistas, poetas, escritores sociales y newest poetas of America. En la primera de estas antologías incluyó, como no podía ser de otro modo, a Beemaster lo que hizo que el novelista invitara a su casa al crítico. Durante aquella cita se fraguó su primera amistad. Sus relaciones se complicaron tras abandonar Beemaster por culpa de sus problemas con el alcohol la dirección del Green´s Magazine en la que le sustituyó Norman. La injusta desproporción entre sus sueldos (1100 dólares para el director entrante frente a los 750 del saliente) hizo que el novelista estuviese durante un tiempo distante con su amigo pero, según revela Fowler en Recovery of Horace Beemaster (1978), aquel trato desdeñoso descubrió en Norman una inconmensurable pasión y su odio hacia Beemaster duró lo que duró ya su vida que no se extinguió mucho más tarde que la de éste* Así el crítico llega a decir en el obituario que redactó para New York Times:

El escritor era muy conocido en este país y en Canadá, donde vivía; tenía lectores en Inglaterra y en varias naciones del continente europeo; pero tenía, si los tenía, muy pocos amigos (…) irascible, envidioso, escondía sus horribles pasiones bajo una capa de frío refinamiento, que tomaba la forma del más repelente de los cinismos

Lo curioso es que Beemaster, autodestructivo en vida, quiso seguir siéndolo más allá de la muerte y encomendó en exclusiva a Norman en su testamento recoger, compilar, editar y, en su caso, comentar su obra. El odio de Norman también sobrepasó la muerte de su otrora amigo. Dedicó el resto de su vida a desprestigiarle llegando, como demuestra Fowler en su libro, a falsear la correspondencia entre ambos y a inventarse datos apócrifos que, poco a poco, fue incluyendo en su biografía: la expulsión de Beemaster de la Universidad de Utah, el carácter plagiario de Los diarios de Reginald Dickinson o una homosexualidad nunca aceptada que le llevaron a ser violento con su esposa e hijos. No pudo hurtar el valor de sus novelas pero sí creó una máscara tras la que escondió a sus seguidores de la verdadera personalidad de Horace Beemaster.


*Traducción de Sabino Ordás

xoves, outubro 18, 2007

El vuelo de la libélula.

Cuento.

Recupero este cuento que se fue a un concurso del que ha vuelto con más pena que gloria. Ya tuvo una vida anterior en esta Constelación, de ahí la fecha de los comentarios.





Autor de la ilustración E. A. Séguy (tomada de la magnífica bitácora BibliOdissey )



Como todas las mañanas estoy sentado en la parada del autobús. Llevo casi cinco horas y ya han pasado siete veces todos los buses de la ciudad. La dueña de la mercería que hay aquí enfrente me ha preguntado preocupada por la línea que espero. Yo le he dicho la verdad:

-Espero ver pasar una libélula.

Se fue murmurando no sé muy bien qué. Al rato, empezó a llover fuerte, muy fuerte; lo suficiente como para que ningún insecto vuele bajo. Pero ya no podía desistir, sabía que vería pasar un caballito del diablo. Escampó y al salir, los clientes de la mercería se me quedan mirando como si estuviera loco.
Empiezo a necesitar andar, las piernas se me están quedando dormidas. He de pensarlo bien: si ando alrededor de la marquesina habrá momentos en los que daré la espalda a la calle y si en ese preciso instante pasa la libélula y no la veo… ¿Me quedaré toda la vida esperándola? (...)


Pueden continuar la lectura (e incluso imprimir el cuento) pulsando aquí.

xoves, outubro 11, 2007

Refutación de Heráclito en El coloquio de los perros.

Gracias a la mediación de David Hidalgo el número 18 (otoño de 2007) de la ciberrevista El coloquio de los perros me publica un poema que ya pudieron leer aquí en su momento.




Todo mi agradecimiento a David por la labor de agencia literaria (espero que desinteresada) y a Juan de Dios García y Ángel Gómez Espada por seleccionar mis versos y publicarlos.





P.S. A David lo conocí gracias a que dejó un comentario al asiento que dediqué en esta Constelación a la Antología traducida, de Max Aub.

No dejen de visitar su ciberbitácora Drinking gaseosa y este cibersitio en el que ha publicado dos libros de poemas Peso neto y Pirueta bielman.


Hoy…

… quizá sea un buen día para releer este microcuento:


mércores, outubro 10, 2007

Filanblog 2007.

Me permito rebautizar (con un juego de palabras de la tierra) la iniciativa que McLera impulsa por segundo año consecutivo desde su Zorrera. (Proposiciones para la II quedada bloguera leonesa.) El año pasado no pude asistir por «causas ajenas a mi voluntad» pero los testimonios que quedaron

aquí,

aquí

y aquí


nos ponen los dientes largos. Casi más que ese cocido maragato sobre el que parece que va a girar el encuentro del próximo 3 de noviembre.

¿Quién se apunta?

Interesados ponerse en contacto con el zorro McLera aquí.

luns, outubro 08, 2007

Isabel Escudero.









Isabel Escudero (Quintana de la Serena, 1944).






Conocí a doña Isabel Escudero en un concierto el 30 de septiembre de 2006. Amancio Prada presentaba en Ponferrada su maravilloso disco ¡Hasta otro día, Chicho! en el que retrata a su amigo el cantautor José María (Chicho) Sánchez Ferlosio a través de diecinueve canciones. El último tema del concierto (la estupenda El mundo que yo no viva con letra de Agustín García Calvo*) la interpretaba junto a Chicho gracias a una grabación. Mientras, en una pantalla, proyectaban fotos e imágenes de ambos. Una era esta:






(Amancio Prada, Isabel escudero y Chicho Sánchez Ferlosio. © Pablo Sorozábal. Imagen sacada del disco libro ¡Hasta otro día, Chicho! Camaina, 2004.)




Dos señoras, que estaban en el teatro sentadas detrás de mí, dijeron: ¡Míralos ahí con Isi!¡Qué jóvenes!. Fue la primera vez que la vi.

Luego, ya en casa y con el disco en las manos, supe su nombre completo y gracias a la internet pude leer algunos de sus versos aquí. De la biblioteca saqué Cifra y aroma (Hiperión, 2002) que me hizo enamorarme de la sencillez, la profundidad, la gracia, la lucidez… ¡ son tantas virtudes (y tan contradictorias)! que no me veo capaz de describírselas y me limitaré a intentar que las descubran a través de una breve selección de poesías.

Comienzo con este poema que bien pudieran ser la poética de su obra (al menos de la parte que yo he leído) tomado de Coser y cantar (Editorial nacional. 1984):

Dos ferocidades guardo
desde muy chica:
una caza las cosas
con ansia viva:
otra las encarcela
en metafísica.

Algunos verso más que saco del ya citado Cifra y aroma:

Llueve,
y no se moja:
la paradoja.

***
Baila, niña, baila
y que se vea el caos
bajo tus faldas.

***

La vida es lo que se pierde
la muerte lo que se gana:
lo de la vida fue ayer;
lo de la muerte mañana.

***
Sombra del alma:
de día, negra;
de noche, blanca.

***
¿Quererte sin querer?
Eso…no puede ser.

***
La vejez es caricatura:
lo que eres serás…
pero más.

***
Por sensato,
se volvió negro
el mirlo blanco.

Y, para terminar, dos de sus adivinanzas (no incluyo las soluciones para que las usen como es debido):

El rey más viejo:
no es rey de si mismo,
pero sí de su reflejo.

***

Por darte un sentido
te quita los cinco.

(Adivinanzas número 38 y 44 de Coser y cantar)






Más en:


BIOGRAFIAS DE I. ESCUDERO:



Wikipedia y UNED.


MÁS POEMAS:

Palabra Virtual: Isabel Escudero y

Nodo50: Poemas de I. Escudero ( I y II )







*En ese concierto también conocí a don Agustín García Calvo. Pero esa es otra historia.

domingo, outubro 07, 2007

Los incumpleaños.


Siempre he pensado que los periódicos deberían dedicar esas dos o tres páginas a los artistas (que consideran) importantes o necesarios sin esperar a que reciban un premio, lleguen a los cien años o se mueran.

Yo ya he caído en esta Constelación al menos un par de veces (Lem y Ayala) en este error de recomendar a un autor a rebufo de la actualidad y, desde entonces, me había propuesto crear una sección para hacer precisamente lo contrario. El título, aunque esté de más decirlo, me lo proporciona Lewis Carroll a través de Humpty-Dumpty*.

Sin que venga a cuento más que por el azar con el que unas lecturas nos llevan a otras dejaré aquí, en Los incumpleaños, invitaciones a la lectura que quizá a alguien interesen.



*Capítulo VI de Al otro lado del espejo y lo que Alicia encontró allí, de L. Carroll y pulsando aquí un comentario sin desperdicio de Agustín García Calvo a las palabras de Humpty Dumpty.

El huevo y el fuero, de A. Trapiello en El huevo y el fuero, de Jorge Castelló.

EL HUEVO Y EL FUERO
por Jorge Castelló.

Me sorprendió* leer (gracias a Abril que me envió el recorte) el título de esta sección en uno de los artículos de don Andrés Trapiello en el Magazine de La Vanguardia (y otros diarios). Trapiello escribe en su Costanilla de los desamparados sobre el canon que va a gravar el préstamo público de libros del que Sergio (con el que coincido en esto) ya opinó aquí y aquí.

Pero Trapiello en su artículo comete una imprecisión (lapsus teclae) y peca de ingenuo. La imprecisión se refiere a la duración de los derechos de autor dice don Andrés:

(...) El hecho de que estos derechos prescriban a los ocheta años (…)

Realmente el plazo de duración de los derechos de explotación derivados de la autoría es de 70 años tras la muerte del autor. (Artículo 26 de Ley de Propiedad Intelectual)

¿Y en qué creo que peca de ingenuo? En esta diferenciación entre Estado y bibliotecas:

(…) contra lo que uno creía o lo que se le había explicado, parece que será el Estado y no las bibliotecas o los usuarios los que paguen el canon. (...)

¿De verdad cree que el estado va a desviar fondos de otras partidas, que no sean los propios presupuestos de las bibliotecas, para pagar el canon? Ojalá lo haga pero atendiendo antecedentes es algo difícil de creer.

Pueden leer el artículo de Andrés Trapiello pulsando aquí.

Qué quieren que les diga: me alegra coincidir aunque sólo sea tergiversando un refrán con tan exquisito escritor!

martes, outubro 02, 2007

Autobombo.


Descubro, muy sorprendido, que desde el Libro de Notas, Ana Lorenzo se ha fijado en mi Sobre el preplagio (y su Adenda). Que la bitácora lleve por subtítulo Diario de los mejores contenidos de la red en español me eleva un par de centímetros sobre el suelo, ya saben…

Omnia vanitas.





Libro de notas: Sobre el preplagio.

El Rucho en Chasquidos.



Parece ser que esta Constelación y la hoja volandera que subdirijo no son suficientes para la ambición del Rucho. Descubro en la internet que se ha hecho colaborador de Chasquidos el ciberdiario periodístico y literario de Anselmo Cobirán. Con un dibujo que quizá ofreció a Anselmo dsabiendo que, por ser tan ideológico, yo no publicaría.




La orfandad del hombre balón.









Pueden ver la viñeta en Chasquidos pulsando aquí.