venres, abril 27, 2007

La marea.

(Estribillo para un tango)
Sube con la luna
la melancolía.
«Pleamar a las ocho»
─anunciaba el diario.
La ola más osada
me empapa el corazón
que se torna pesado.

luns, abril 16, 2007

Constelación decimoctava en Diario de León (V)

CUENTOS.

El número del 15 de abril de El filandón (las páginas literarias dominicales de Diario de León) vuelve a acoger algunos de mis microcuentos. Como el suplemento sigue sin tener ciberpágina los dejo aquí tal y como fueron publicados. De nuevo gracias a don Alfonso García por permitirme llegar a más lectores.

CONSTELACIÓN DECIMOCTAVA.

SERGIO B. LANDROVE.

Volver.

Al ordenar la mesa de su despacho inconscientemente colocó los bolígrafos como lo hacía cuando terminaba los deberes de la escuela. Miró su gris oficina con otros ojos y, sin despedirse de nadie, salió corriendo. Era viernes y casi podía oler el chocolate que su madre le había preparado en casa para merendar.
***

Protolaboratorio.

“Cuando comprimimos la oscuridad –dijo el Maestro- la nada llega a su mayor densidad, a, podríamos decir, su punto álgido. Es la máxima expresión de la soledad y la tristeza. El reino de la muerte. Un instante después, al que no pocos llaman pomposamente la Eternidad, se produce un fenómeno paradójico: de la absoluta oscuridad brota irrefrenable la luz y la nada se descompone en pequeñas partículas incapaces ya de afectar al conjunto.”

***


Mandarinas.

No pudo quitarse en todo el día el olor de las mandarinas de sus dedos. Ni siquiera después de lavarse tres veces las manos. Tampoco tras arrancarle el corazón, sin más ayuda que la de un cuchillo, a aquel cabrón que tanto mal había hecho a su familia.
***

Duermevela.

Me desvelo en mitad de la noche. Intentando encontrar una postura que me permita conciliar el sueño, meto mi brazo derecho bajo la almohada. Siento la frialdad del metal, sigo palpando y reconozco el objeto, es una pistola. “Estás soñando –me digo- ¿para qué ibas a tener una pistola?” Antes de abrir los ojos la vuelvo a tocar, “no es un sueño”, he reconocido el cañón, la culata y el tambor, “es un revólver”. Con cuidado lo dejo sobre el colchón a la altura de mi pecho. Lentamente abro los ojos y veo que, en realidad, es una espumadera. “Sin duda estoy soñando”, concluyo. Me acomodo y el sueño me vence.
A las ocho suena el despertador. Tras ducharme, vestirme y desayunar saco la pistola de debajo de la almohada y la guardo en el bolsillo de la cazadora. Salgo a la calle. Tengo un trabajo que hacer.
***


Querida Luisa:

Antes de la cena de mañana quería aclararte mi versión de los hechos. Mis padres siempre fueron aficionados al deporte del pedal y las escapadas, los “sprints” y los grandes “col” (que es como se debe denominar correctamente a los puertos de montaña) presidían mis juegos de mayo, junio y julio desde bien pequeño, así que fui dejando a un lado mis juguetes para fijarme en la lucha de los ciclistas, en su incansable esfuerzo bajo, generalmente, un sol de justicia.
Pero siempre me sorprendió la capacidad profética de las personas mayores. El día anterior daban por ganador a uno de los corredores y siempre acertaban. No podía entender porque no aplicaban su infalible clarividencia a otros deportes porque cuando alguien les preguntaba por el resultado de un partido de fútbol y contestaban, por ejemplo, “3-0”, no lo hacían con la misma seguridad con la que, impostando la voz, adelantaban el nombre del ciclista que subiría a lo más alto del podio de las Campos Elíseos. Ciclista que, por cierto, nunca era un velocista de acuerdo con la clasificación cuatripartita de mi madre sobre atletas del pedal, a saber: primero, velocistas o “esprinters”; segundo, escaladores; tercero, contrarrelojistas y cuarto, gregarios o “del montón”. Teóricamente, y por lo poco que yo entendía, las últimas etapas de las grandes vueltas eran “ideales para los sprinters”. Entonces, ¿por qué nunca un velocista había ganado la Vuelta a España? Para mí era todo un misterio, así que decidí (creo recordar que fue durante el segundo Tour que afronté con uso de razón después de comprobar que en Giro y Vuelta de ese año se repetían los certeros pronósticos) prestar un poco más de atención a la última etapa.
En París ganó un velocista. Una sensación de triunfo inundó mi cuerpo, mi breve razón había vencido a las predicciones de mis padres. Pero la luz que el éxito había encendido en mis ojos y la enorme sonrisa de la victoria se apagaron al ver que a lo más alto del podio subía el ciclista al que todos habían encumbrado previamente. Indignado grité: “¡Esto es una estafa! ¿Por qué no premian al que ganó el Tour? ¿Por qué sube al podio ese que hoy llegó perdido en el pelotón?” Evidentemente se rieron de mi ingenuidad y cuando, varios minutos después, lograron contener sus carcajadas, me explicaron el funcionamiento de las grandes vueltas y las diferencias entre “etapa” y “clasificación general”.
Aún me avergüenzan con una versión humillante y falsa que han ido construyendo a lo largo de veinte años de reuniones familiares. Probablemente mañana te la cuenten y no quiero que te hagas una idea falsa de mí por culpa de los que conspiran para acabar con mi imagen.

Mil besos.

sábado, abril 14, 2007

Un sueño.

ONIRIA.

11 de abril de 2007.

Yo [en el sueño era físicamente el actor Daniel Day-Lewis] estaba trabajando en un reportaje sobre un proceso de paz. En mi primera juventud había pertenecido a uno de los bandos (el escenario del sueño no era Irlanda pero todo tenía bastantes similitudes con el drama irlandés) pero después de renegar de la violencia quería mostrar a todos la verdad de la «guerra». No tenía problemas para hablar con los sectores oficiales de ambos bandos pues estaban institucionalizados y deseosos de demostrar su pacifismo y buena voluntad en entrevistas, pero quedar con los más reacios a abandonar las armas me costaba más, uno de los grupos más radicales era en el que yo había militado en mi mocedad y como me consideraban un traidor tardé en convencerles de mi deseo de darles la palabra en libertad sin cortapisas.

[Soñé la reunión con mis antiguos camaradas, la entrevista que les hacía y el miedo que pasé cuando me recordaban la amenaza que pesaba sobre todos los «traidores» pero no recuerdo bien esta parte del sueño.]

Después intento conseguir una entrevista con los defensores de la lucha armada del bando contrario. Estoy en un descampado, tal y como me ha indicado un comunicante anónimo, avanzo sólo hasta una zanja (una especie de trinchera) que se abre en el suelo. Es estrecha y alta, de unos dos metros y medio, por lo que no veo lo que pasa en la superficie. Oigo, eso sí, disparos, explosiones y gritos. Sé que es un campo de entrenamiento de mis antiguos enemigos. Me han citado allí para valorar si el «Gran Jefe»* me concede o no audiencia. Avanzo por la zanja mientras sigo oyendo silbar las balas de los paramilitares sobre mi cabeza. Llego al final de la zanja que es una pared recta (en el inicio, por donde bajé, había una suave pendiente) por la que no puedo subir por mi mismo. « ¡Estoy aquí!», grito. Desde la superficie dos encapuchados ríen y me ayudan a salir de la trinchera. Estamos en un descampado pedregoso sin apenas vegetación. Uno de los terroristas se sienta en una roca y me habla. «El Gran Jefe ha accedido a recibirte. Te permitirá hacer pocas preguntas pero hablará para ti…» Me ofrece una capucha que me a justo a la cabeza. Me agarran por los brazos para guiarme y me suben en un vehículo en el que imagino me llevarán a su base.

Después de un largo rato viajando el coche para, me hacen bajar y alejan el vehículo. «Puedes quitarte la capucha» ahora estamos, yo y mis dos guías, en un patio interior de altos muros que sólo permiten ver el cielo. El edificio al que pertenece el patio es un enorme bloque de cemento en una de cuyas esquinas se alza una alta torre. Apenas tienen ventanas. «Pasa.»

Mis guías y yo estamos en un pasillo junto a una puerta esperando a ser llamados. Ellos sentados a mí me permiten andar en círculos para calmar (¿o avivar?) los nervios. Se abre la puerta y sale un alto cargo político del país. Al reconocerme se encoge de hombros y resopla haciéndome saber lo difícil que es hablar con el Gran Jefe. Intenta una sonrisa cordial, acelera el paso y se va.

Uno de los terroristas me pregunta « ¿Qué opinas de Elvis?» El otro se ríe y dice: «Sí. ¿Qué opinas?» Siento que es una prueba de lo que va a ser la conversación con el Gran Jefe y dudo antes de contestar. No quiero fallar. «Creo que es un tanto…» « ¿Decepcionante?», me corta el primero. Me sorprende que sepa la palabra que iba a emplear e intentaba callarme, el primer calificativo que me vino a la cabeza. Ambos terroristas estallan en carcajadas.

Se vuelve a abrir la puerta. Se ponen firmes y enmudecen. Sale un hombre que parece andar sobre una estructura semejante a la de los gigantes de las fiestas populares, aunque algo más pequeña. Avanza sobre ruedas y se viste con una túnica roja y azul. Su cabeza queda por encima de mí algo más de un metro. Se cubre la cabeza con un gorro parecido al típico de los afganos [al menos el que creo que es típico de los afganos por la tele] bicolor igual que la túnica. Habla lento, calmado e implacable: «Buenos días», «Muy buenos días» Alzo mi mano para intentar alcanzar la suya que queda por encima de mi cabeza. Tiene unos brazos muy cortos por lo que pienso que toda la absurda parafernalia de la estructura cónica con ruedas no tiene más fin que vencer sus complejos. Mis guías se echan las manos a la cabeza porque previamente me había avisado de que no se puede tocar al Gran Jefe salvo que él dé el primer paso, no es que sea temerario sino que con los nervios lo he olvidado. Sigo intentando estrechar la mano de mi anfitrión pero su indiferencia me hace ver que nunca aceptará y desisto. Los dos terroristas respiran aliviados, parecen estar más de mi lado que del de su jefe.

«Sígame», me dice. Avanza por el pasillo y yo le sigo a dos o tres pasos. [Pasamos por varias salas llenas de todo tipo de cosas extrañas pero al despertar, momento en que me puse a escribir este sueño, sólo recordaba una sala llena de muñecos hinchables de personajes de dibujos animados de la factoría Disney, entre ellos recuerdo bien a Bambi] La última sala en la que entramos tiene en el medio un tubo por el que sube un ascensor, es el acceso a la torre que vi al entrar. «Vamos arriba», me dice el Gran Jefe. La situación en el ascensor es tensa y o no dejo de pensar en cómo debo actuar mientras que el terrorista me ignora. Yo intento serenarme aunque seque cuánto más luche contra los nervios más crecerán. « ¿Sabe japonés?», me pregunta el Gran Jefe. «No» En un instante llegamos a la última planta. « “Sa” es una raíz muy interesante en ese idioma, la base de la palabra “Sayonara” tan vilipendiada por su generalización a través del cine. Aparece también en una palabra curiosa “Sacayá”», me señala a una pared donde hay algo escrito en ¿japonés? y continúa: «Forma parte de un dicho [lo dice en japonés pero sólo recuerdo la palabra SACAYÁ] que significa “Arrebato a la montaña la vida para infundírsela a la nube” es de una vieja leyenda. Lo he hecho grabar en la pared.» Intento descifrar lo que me quiere decir pero dudo que simplemente no esté probando mis nervios y sé que si quiero conservar mi vida y sacarle alguna declaración importante debo aguantar todos sus embates.

La estructura que lo sujeta que hasta aquel momento me había parecido rígida cede como unas auténticas piernas para que el Gran Jefe se siente en el suelo. Yo imito su gesto y me siento frente a él. « ¿Quiere un vaso de leche?» Lo tomo veo que tiene canela. Lo bebo. « ¿Le gusta?» Asiento con la cabeza. « ¿Ve? Nuestro problema es como esa leche por mucha mierda que le eches siempre que la ofrezcas como leche la gente seguirá bebiéndola y dirá que le gusta» Me quita el vaso, mete sus dedos en él y saca unos excrementos pequeños y redondos como de conejo. «No querrá un poco de mierda ¿verdad?» Me ofrece un cuenco con más de esas bostas. «No gracias.» Saca un par de ellas y as echa en la leche, confundí con canela un residuo marrón que la mierda deja en la leche. « ¿Qué coño me querrá decir?» pienso y me desespero pues sé que si no me libero de la sensación de que no le entiendo no le lograré entender. Mientas intentó no hacerle ver mi desconcierto el repite, una y otra vez, en voz queda el dicho japonés. “Sacayá…” Luego me dice « ¿Quiere probar unos huevos cocidos?» y me ofrece un plato. No sé que hacer pero acepto, no puedo hacer otra cosa, estoy a su merced. Me da una cuchara y e acerca el plato. En él hay tres huevos partidos por la mitad. Dos de las mitades bañadas en lo que parece salsa de tomate casera, otras dos en una salsa verde que no sé identificar y el último par acompañado de mostaza. Dudo por cuáles empezar, sin dar más vueltas hundo mi cuchara en uno de los que tiene salsa de tomate y voy a comerlo cuando…


SONÓ EL DESPERTADOR.


*Recuerdo que en el sueño el jefe tenía un nombre o mote peculiar, no era «Gran Jefe», pero era algo parecido.

venres, abril 13, 2007

Más contra el préstamo de pago.

Un extracto de mi No al préstamo de pago en bibliotecas fue seleccionado, publicado y comentado por don Lorenzo Silva para la sección Correo [En el cibersitio de la revista no publican esta sección] del número 1015 de la revista XL semanal.

El señor Silva apostilla a mi texto:

«BIBLIOTECAS.» Clama uno de nuestros lectores, con variados argumentos, contra el establecimiento de un canon por préstamo de libros en las bibliotecas públicas, destinado a remunerar a los autores por el uso que en ellas se hace de su creación. Como en tantas otras cosas, en el origen del canon hay una idea digna de respeto: compensar a quien crea una riqueza para la comunidad por el uso colectivo que de esa riqueza se hace. En algunos paises, incluso, los fondos recaudados se destinan a dar cobertura social a autores en situación de necesidad, lo que no parece precisamente un sistema vil. El problema viene cuando se parte de una situación como la de las bibliotecas españolas. Como bien dice nuestro lector, el dinero del canon minorará, con toda probabilidad, el disponible para comprar libros, que no era holgado. A ese precio, no creo que nadie que sienta amor por la lectura esté muy feliz de que se establezca este canon. pAra esto aún no somos Europa

Me parece un tanto incongruente decir que el canon es para compensar a quien crea una riqueza para la comunidad por el uso colectivo que de esa riqueza se hace (lo que, todo sea dicho de paso, no me parece nada malo en general pero creo, como he escrito en el texto que dió origen a la carta, que las bibliotecas públicas han de ser una excepción) con el que se defienda que ese canon se aplique, como se hace en algunos países, a dar cobertura social a autores en situación de necesidad ¿No era para retribuir a los autores por las obras leídas? Puede que sea necesario dar cobertura a las personas (y no sólo a los artistas) pero no creo que pagando por leer libros públicos se solucione ese otro problema. Quizá sea mejor leerlos con provecho y actuar.

domingo, abril 01, 2007

Le (ciber) Rosaire de l´Aurore.

eLe Rosaire no puede permanecer más tiempo ajeno a la difusión electrónica de un modo más o menos decente.
Su segunda etapa se caracterizó por la distribución a través de correo ordinario frente a la originaria fijación en un tablón de anuncios que le reportó, en su origen, la naturaleza de pasquín. Su difusión por correo ordinario seguirá siendo el modo normal de distribución pero el interés que han ido mostrando personas distintas a sus suscriptores[Como muestra tres botones: aquí, aquí y aquí] y el hecho de que el ínclito pasquín sea una obra colectiva que no se puede atribuir a mis manos (error en que algunos han caido al ver distribuirse LR a través de esta Constelación) me hacen abrir una bitácora (LE ROSAIRE) en la que pretendo centrar toda la información relacionada con esta hoja volandera presuntamente humorística cuya subdirección plenipotenciaria acabo de asumir y facilitar su difusión

Ir a LE ROSAIRE DE L´AURORE, la nueva ciberbitácora.

Lea la Presentación que hago en el propio Le Rosaire pulsando aquí.