Durante la obra, que representa la relación epistolar que una escritora estadounidense (Helene Hanff) y un librero de viejo inglés (Frank Doel) mantuvieron durante veinte años, los espectadores parecían conjurados para el boicot: un continuo abrir y cerrar de abanicos, desenvolver de caramelos y removerse en las butacas hasta hacerlas crujir acompañó el trabajo de los intérpretes. Hasta un divino teléfono portátil que reprodujo uno de los últimos éxitos pop en las butacas pares fue coordinadamente respondido, desde las impares, con lamentos a media voz para prolongar la molestia. No faltaron las imponderables toses y las necesarias risas forzadas con las que los más eruditos espectadores reconocen los aciertos de dramaturgo y actores para que su criterio excelso no pueda confundirse con el de la plebe en el masificado aplauso final.
martes, outubro 04, 2005
PONTIFICANDO:La urbanidad en el teatro. (III)
Publicado por Sergio B. Landrove el 4.10.05
Sección o secciones: Pontificando
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