mércores, outubro 05, 2005

El silencio.

Ya que mostré mi preferencia por el silencio no quería dejar de compartir este homenaje que le hizo Rafael Sánchez Ferlosio en Industrias y Andanzas de Alfanhuí (1952):

« Entonces vi como era. Llevaba unos pantalones oscuros, hasta media pantorrilla, y un chaleco pardo, del que asomaban los hombros y los brazos desnudos. Pero su cara era como la tierra del campo. Tenía su forma y su color. En lugar de pelo le nacía una espesa capa de musgo, y tenía en la coronilla un nido de alondra con dos pollos (…) Colgada del hombro llevaba una extraña flauta. (…)
Era un mendigo robusto y alegre, y me contó que le germinaban las carnes de tanto andar por los caminos, de tanto caerle el sol y la lluvia y de no tener nunca casa. (…) Luego me explicó cómo era la flauta Dijo que era al revés que las demás y que había que tocarla en medio de un gran estruendo, porque en lugar de ser, como en las otras, el silencio, fondo, y el ruido, tonada, en esta el ruido hacía de fondo y el silencio daba la melodía. La tocaba en medio de las grandes tormentas, entre truenos y aguaceros, y salían de ella notas de silencio, finas y ligeras, como hilos de niebla. Y nunca tenía miedo a nada. »

(Capítulo V. De cómo Alfanhuí llegó a encender el fuego y la larga historia que el maestro le contó)

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