El jueves pasado fui al teatro con Rodrigo. La obra, 84 Charing Cross Road basada en un libro del que los dos habíamos leído buenas críticas, empezaba a las nueve de la noche. Llegamos a menos veinte a la puerta del teatro y decidimos no entretenernos tomando algo “para no entrar tarde.” (R. es muy quisquilloso en puntualidades y siempre quiere estar en la estación quince minutos antes de que salgan los trenes él lo llama “puntualidad berciana”, yo, después de lo que les voy a contar, lo dejaría en “puntualidad osoriana”.)
A las nueve menos cuarto estábamos sentados en nuestras butacas pero el resto de la platea aún estaba vacío. A menos diez llegaron algunos espectadores más, habas contadas. Entre menos cinco y las nueve en punto llegó el grueso del público pero el teatro no estuvo lleno, al entrar vimos el cartel de “NO HAY BILLETES”, hasta las nueve y cinco. La obra, claro, empezó con veinte minutos de retraso.
1 comentario:
Bueno, aparte de activar la verificación de palabras en el apartado de comentarios, para que no se te cuele el spam de lo más médico: leí el libro este verano y está muy bien: un canto de amor a los libros y las librerías.
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