Otra cosa que me molesta mucho (aunque en este caso estoy dispuesto a discutir si se trata de una manía) es que la gente, mientras espera a que empiece la representación, hable a voces. El jueves también pasó. Parece que no nos damos cuenta del escándalo que montan doscientas personas sólo susurrando. A mí me apetece en esos momentos previos a la ceremonia un cierto silencio o, al menos, un ambiente no crispado a gritos. Esa calma me sirve de preparación para vivir lo que se nos ofrece en escena, personalmente soy incapaz de pasar de los gritos a la concentración en la obra. No quiero ni pensar (el jueves lo pensé y aún me enfadaba más) lo que debe ser para los actores intentar concentrarse en un ambiente de feria como el que se montó aquel día en el teatro. Parece que cada vez somos menos capaces de permanecer en silencio y lo ahogamos en cláxones, músicas estridentes y, cuando no nos quedan más medios, a voces. Ni siquiera antes de Misa hay un ambiente para la oración, se habla en el templo como en el mercado.
martes, outubro 04, 2005
PONTIFICANDO: La urbanidad en el teatro. (II)
Publicado por Sergio B. Landrove el 4.10.05
Sección o secciones: Pontificando
Subscribirse a:
Publicar comentarios (Atom)
Ningún comentario:
Publicar un comentario