xoves, marzo 27, 2008

Coplas de la infancia de mi abuela, por Rodrigo Osorio. (XIV)

En las clases hace amigas
entre las niñas traviesas:
Minerva, Noemí y Sara
son 3 buenas compañeras,
pero arman tanto lío
que les dice la maestra:
«A vosotras, señoritas,
mal el nombre os pusieron
pues más que 3 niñas chicas
parecéis 3 hombres fieros
en “U” deberían terminar
los nombres de nacimiento
Sarú, Noemú, Minervu:
vuestros nombres son, ¡No miento!»
Cuando doña Maximina
la clase sola dejaba
para preparar comida
u otra tarea de casa
a veces mandaba al hijo
a cuidar a la alumnada.
Minervú haciendo honor
al nombre que ya le daban
se enfrentó al vigilante
con puños y con patadas
el resto de señoritas
con aplausos la animaban.
El pobre del vigilante
pagó por su madre mala,
que llegó tarde a salvarle
de la horda de rapazas.
Las pizarras de las niñas
eran todas de latón
menos una de entre el resto,
de primera división,
que por ser de losa buena
era de todas ilusión
usarla para en la clase
hacer cuentas sin borrón.
La primera que llegaba
cogía el pizarrón,
pero esto no era nunca
del problema solución.
Siempre se formaba bronca
y una enorme discusión
sobre quien llegó primera:
«No fuiste tú que fui yo»
Ignacia muy a pesar suyo
con el problema acabó
un día que a la escuela
ella la primera entró.
Cogió la losa en la mano
cantaba de la emoción.
«¡Hoy no hay duda! ¡La he cogido!
¡La primera he sido yo!»
El resto de las chiquillas
no le quieren dar razón,
se abalanzan sobre ella
con la peor intención.
La niña Ignacia temiendo
el robo del pizarrón
se sienta sobre la losa
para salvar posesión.
La losa, claro, hizo crac,
bajo el peso se rompió.
Maximina, la maestra,
como una fiera salió
y dijo: «¿Qué ha pasado?»
y a la Ignacia calentó.

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