Últimamente he leído algunas novelas que sus autores no terminaron por diferentes motivos. Como las sabemos inacabadas, y tendemos a valorar las obras en su conjunto, no he podido sustraerme a la tentación de trazar finales para las tramas.
Las almas muertas era la primera novela de Gogol que leía y me gustó ─me estaba gustando─ bastante pero, al no conocer sus inquietudes ni nada de su vida (era una edición soltera de prólogos y notas, la única que aquel día había en la Biblioteca Municipal) me resulta difícil imaginar por qué derroteros quería llevar a sus personajes y en especial, el que parece ser el núcleo esencial, para qué compra el misterioso protagonista a los mujiks muertos… Sé que escribió un relato sobre una nariz que se independiza del hombre al que había estado pegada. ¿Sería fantástico el desenlace de la novela? El comprador sería entonces, por ejemplo, Satanás -aunque esto parece demasiado obvio para alguien que ha escrito la historia sobre la vida autónoma de una nariz. ¿Sería quizá un relato más o menos realista y crítico con la sociedad en el que vive sobre un estafador? Sin conocer más sobre Gogol me parece imposible especular y aun conociéndolo ¿por qué no iba a querer cambiar de género y de estilo?
A Martín Gaite la he leído más y aun así no hubiera podido imaginar el final de su truncada Los parentescos. Afirman Belén Gopegui y Gustavo Martín Garzo que la autora planeaba que una enorme libélula descendiera del cielo y se llevase al protagonista.
También he leído El desaparecido (América) y El Castillo de Kafka que van creciendo en interés según avanzan, los últimos capítulos escritos son más desconcertantes que el inicio y no parecen más que el meollo de una trama ¿eterna? En todo caso son las menos necesitadas de final pues en si mismas tienen suficiente sentido lo que no impide que se sienta tristeza por no poder seguir leyendo América tras el soberbio último fragmento del capítulo EL GRAN TEATRO DE OKLAHOMA que se conserva.
Aunque las obras tienen un valor por su desarrollo y a lo largo del mismo y, estoy seguro, de que si estas y otras novelas frustradas se nos presentasen como obras terminadas tal y como están, seguiríamos disfrutándolas, no dejan de existir ficciones concretas en que el final (los últimos acontecimientos o las valoraciones que hacen el narrador o alguno de los personajes) da un sentido nuevo a la trama. «Ficciones de final» las llama Rodrigo Osorio en una reciente entrevista en el semanario Bierzo 7. Si Herman Hesse no hubiera escrito el último capítulo de El juego de los abalorios la novela continuaría siendo magnífica pero con el final que ideó va más allá, mucho más allá. No se lo voy a destripar pero les recomiendo que vayan a descubrirlo leyendo.
Las almas muertas era la primera novela de Gogol que leía y me gustó ─me estaba gustando─ bastante pero, al no conocer sus inquietudes ni nada de su vida (era una edición soltera de prólogos y notas, la única que aquel día había en la Biblioteca Municipal) me resulta difícil imaginar por qué derroteros quería llevar a sus personajes y en especial, el que parece ser el núcleo esencial, para qué compra el misterioso protagonista a los mujiks muertos… Sé que escribió un relato sobre una nariz que se independiza del hombre al que había estado pegada. ¿Sería fantástico el desenlace de la novela? El comprador sería entonces, por ejemplo, Satanás -aunque esto parece demasiado obvio para alguien que ha escrito la historia sobre la vida autónoma de una nariz. ¿Sería quizá un relato más o menos realista y crítico con la sociedad en el que vive sobre un estafador? Sin conocer más sobre Gogol me parece imposible especular y aun conociéndolo ¿por qué no iba a querer cambiar de género y de estilo?
A Martín Gaite la he leído más y aun así no hubiera podido imaginar el final de su truncada Los parentescos. Afirman Belén Gopegui y Gustavo Martín Garzo que la autora planeaba que una enorme libélula descendiera del cielo y se llevase al protagonista.
También he leído El desaparecido (América) y El Castillo de Kafka que van creciendo en interés según avanzan, los últimos capítulos escritos son más desconcertantes que el inicio y no parecen más que el meollo de una trama ¿eterna? En todo caso son las menos necesitadas de final pues en si mismas tienen suficiente sentido lo que no impide que se sienta tristeza por no poder seguir leyendo América tras el soberbio último fragmento del capítulo EL GRAN TEATRO DE OKLAHOMA que se conserva.
Aunque las obras tienen un valor por su desarrollo y a lo largo del mismo y, estoy seguro, de que si estas y otras novelas frustradas se nos presentasen como obras terminadas tal y como están, seguiríamos disfrutándolas, no dejan de existir ficciones concretas en que el final (los últimos acontecimientos o las valoraciones que hacen el narrador o alguno de los personajes) da un sentido nuevo a la trama. «Ficciones de final» las llama Rodrigo Osorio en una reciente entrevista en el semanario Bierzo 7. Si Herman Hesse no hubiera escrito el último capítulo de El juego de los abalorios la novela continuaría siendo magnífica pero con el final que ideó va más allá, mucho más allá. No se lo voy a destripar pero les recomiendo que vayan a descubrirlo leyendo.
3 comentarios:
Mundo literario:
Una escritora británica, autora de un bestseller autobiográfico sobre su infancia,ha admitido haber plagiado, entre otros, a Graham Green y a Charlotte Bronte.
Judith Kelly logró vender 30.000 ejemplares de su libro, titulado 'Rock me gently' antes de que se descubriese el plagio y le editorial, Bloomsbury, renunciase a publicar una edición de bolsillo.
'Rock me gently' relata las experiencias de Kelly y sus amigas en un convento de monjas en la localidad de Bexhill, East Sussex, en los años cincuenta del pasado siglo.
Culmina en la muerte de dos muchachas de 11 años, que se ahogaron en el mar ante la total pasividad de las monjas encargadas de vigilarlas, que se limitaron a rezar.
Kelly, de 61 años, fue enviada a ese convento con sólo ocho años tras la muerte de su padre alcohólico.
Tardó siete años en terminar el libro tras varios intentos frustrados a partir de un diario que escribió mientras estuvo en aquel convento.
Finalmente encontró a un agente literario que vio el potencial que encerraba el relato y la animó a leer a otros autores para mejorar su estilo.
"Yo leí y leí, y tomé numerosas notas de otros libros, anotando muchas veces el título y el número de página junto a una frase que me había gustado. Sabía que tenía una historia conmovedora que contar", señaló la autora.
Cuando finalmente logró escribir el libro, cuatro años más tarde, había olvidado que algunos de esos pasajes estaban tomados de esas lecturas, explicó la plagiaria.
Algunos de los párrafos proceden casi directamente de obras tan conocidas como 'Jane Eyre', de Charlotte Bronte, 'Brighton Rock', de Graham Greene, o 'Fludd', de Hilary Mantel.
Judith Kelly ha decidido pese a todo reescribir esos párrafos con la esperanza de que Bloomsbury decida publicar alguna nueva edición, pero también, según afirma, para que los lectores no duden de la veracidad de lo que cuenta.
Esto del plagio es un tema espinoso: es muy difícil precisar cuando existe y cuando no. En mi humilde opinión, alguna experiencia plagaria tengo, existe plagio cuando se calca un argumento o se copia literalmente una obra atribuyéndose su autoría.
El caso de Mrs. Kelly no me parece tan controvertido ¿Por qué no se pueden emplear párrafos de otros autores para contar una historia nueva? Probablemente lo más adecuado sería dar razón del origen de las citas y no atribuirse -aun tácitamente- la autoría. Pero un nuevo libro, escrito entremezclando párrafos de libros existentes -la clásica ars cisoria- es tan "original" como un texto de nueva planta.
Gracias por su comentario.
Tarea peligrosa la de ponerle fin a libros inacabados. Introducirse en las mentalidades creadoras de los escritores es un imposible, aunque en ello radica precisamente su encanto. Esto me ha recordado la novela de la joven escritora gallega Blanca Riestra titulada "El sueño de Borges" (galardonada con el XXVII Premio Tigre Juan).En ella la autora construye una trama atribuída a Jose Luis Borges como si de su única novela se tratara. Todo queda ficcionalizado en un texto que se presenta como la novela que Borges dicta en Boston a un lector de español en la Universidad de Harvard, donde el maestro argentino impartía sus últimas conferencias un año antes de su muerte. Una novela en la que se pasa de la realidad del presente narrativo en la residencia bostoniana de Borges a los lugares reales de la historia y la geografia de Praga. Pero todo es un juego de artificio.
En varias entrevistas la autora ha destacado el respeto que le producía atribuir esa novela al afamado escritor -puesto que incluso llega a poner en su boca la duda de si la novela gustará-, pero al mismo tiempo afirmaba que el reto le parecía interesante además de un modesto homenaje a uno de sus escritores predilectos.
Publicar un comentario