mércores, maio 30, 2007

Sobre el preplagio.

UN CÁNON ACCIDENTAL.


I. La trinchera del criterio de autoridad.

Ojalá dispusiera de frases no conocidas, de expresiones extrañas, en algún nuevo lenguaje jamás empleado antes, libre de repeticiones, de palabras rancias ya desgastadas por los antepasados,

esto escribió un tal Khakheperresenb, escriba egipcio, hace, más o menos, cuatro mil años, según cita Ramón Buenaventura en su Librillo.

II. El detonante.


Benito Pantaleón me manda un correo electrónico en el que me dice:

(…) últimamente he estado leyendo las novelas de Suso de Toro y rebuscando en la internet encontré una entrevista en los encuentros digitales que suele organizar el diario El mundo en la que un lector le pregunta «¿Poderíasme presentar á WaterMan?» a lo que él responde «Water man es un miedo nuevo. Hitchock nos hizo temer el ducharnos (Psicosis) y water man es esa mano que sale de la taza y te coge tus partes cuando estás sentado. Es humor y terror.» Acababa de leer tu cuento W.C. y me sorprendió la identidad entre ambas ficciones. Imagino que no conocías la historia de Suso. La he estado buscando y no la encuentro. Ya me dirás algo (…)


Pueden leer la entrevista íntegra pulsando aquí.

Y mi cuento W.C. pulsando aquí.

La verdad es que, a la espera de encontrar el relato de de Toro y leerlo, no es que sea parecida es que es la misma idea. Un auténtico caso de lo que yo llamo preplagio.

III. La originalidad.

La originalidad es imposible, ¿qué no habrá sido contado nunca?, escribe Andrés Trapiello en su Diario:

No hay nada que no haya sucedido cien veces. No hay nada que no se haya escrito. No hay nada que no se haya vivido.
El escritor que no admita esto se puede ir olvidando. Sólo es capaz de escribir algo nuevo el que admite que todo ha sido dicho ya una vez. En la vida hay pocas maneras de pronunciar palabras de amor. Querer ser original en ese terrerno es de una soberbia estúpida.

[Andrés Trapiello. Salón de los pasos perdidos I: El gato encerrado.]

y creo que es verdad; a poco que intentes desarrollar ficciones se te ocurren tramas, soluciones y, por supuesto, escenas que han sido contadas mil veces. Y varios cientos de ellas ( o, al menos, varias docenas) igual a como lo quieres hacer tú. En muchas ocasiones te topas con la ficción que alguien escribió antes y te alegras (si es un escritor al que admiras) o te enfadas (si es muy parecido no sólo en lo que cuenta sino en cómo lo cuenta y lo hace un escritor que no te gusta nada y tú ya habías empezado a trabajar en la ficción) pero el ser original no debe ser, sigamos en esto a Trapiello, la finalidad del contar historias. Estas coincidencias son bien diferentes a los supuestos de plagio consciente y yo (algo apunté en un comentario a uno de los asientos de esta Constelación) las llamo preplagios.


IV. El preplagio.


Hace poco comentaba con mi amigo David Hidalgo una recopilación de poemas de Luis Alberto de Cuenca que, sin habernos puesto de acuerdo, estabamos leyendo a la vez. Él había colgado en su bitácora uno de los poemas de LAC y me dijo que tras escribir él uno titulado Ficciones (pueden leerlo pulsando aquí) descubrió otro de los de de Cuenca ( El desayuno.*), que le había dicho que era de los que más me gustaba, y sus semejanzas con su Ficciones. Yo le hablé del preplagio que es mi recurso para salvaguardar mi propia estima cuando escribo después de otra persona algo muy parecido (el ejemplo claro es la relación entre mi W.C. y el Water man de Suso de Toro). Cargo la responsabilidad del plagio, sé que absurda e incoherentemente, en el autor anterior cuya obra desconocía al escribir la mía a pesar de sus semejanzas. Sé, repito, que es absurdo pero lo es tanto como si alguien dijese que yo había plagiado un relato que no conocía previamente. Ambos somos originales, al menos en la medida que se puede serlo, y mi ánimo queda a salvo de lances injustificables, como el de W.C., un relato que llevaba mucho tiempo en mi cabeza sin desarrollar y justo cuando lo escribo Benito va y encuentra la entrevista con Suso de Toro.

V. Coda (Un microensayo de José María Merino)

LA GRAN TRAMA/EL DESENLACE.

Publiqué una colección de relatos breves con muchas alusiones expresas a escritores y ficciones, y algunos críticos descubrieron además, concomitancias con autores y cuentos de las que yo no era consciente.
He tenido que hacer un viaje a cuyo regreso debo participar en la presentación de una antología de cuentos, y me llevé conmigo el libro que iba a presentar. Leí la mitad en el viaje de ida y encontré la referencia a un cuento de Kipling que viene a coincidir en su planteamiento y su desenlace, con un cuento mío de aquella colección de relatos breves. Sin embargo yo no conocía el cuento de Kipling , y el propio relato es el resultado de haber despejado con la imaginación ciertas incógnitas ocultas en la aparente vulgaridad del atestado de un accidente de tráfico, que a veces he utilizado comomaterial de un taller de narrativa.
A la mañana siguiente, al levantarme, una mosca que revoloteaba en el cuartpo de baño del hotel, incongruente con la estación, me sugirió la escritura de otro relato breve, y lo acabé antes del desayuno. Mas hoy mismo, en el viaje de regreso, al leer lo que me quedaba de la antología de cuentos que debo presentar, he descubiertouno de Katherine Mansfield, antes desconocido del todo por mí, que parece el antecedente directo de ese que escribí de improviso ayer por la mañana.
El tren continúa atravesando las tierras grises y cubiertas de niebla, y me pregunto si esas tramas que yo he venido a encontrar sin saber que ya habían sido tocadas por son de verdad ajenas o si estaban escondidas dentro de ellos y de mí, esperando el momento de desplegarse. Luego pienso que talvez no son las tramas las que están dentro de nosotros sino nosotros quienes estamos dentro de ellas. Y por fin comprendo que ser consciente de ese secreto debe ser el desenlace mismo del cuento, y con ello han de concluir también todos estos relatos.

[José María Merino. Cuentos del libro de la noche. Alfaguara. 2005.]
NOTA:

* El poema de Luis Alberto de Cuenca :


EL DESAYUNO.

Me gusta cuando dices tonterías,
cuando metes la pata, cuando mientes,
cuando te vas de compras con tu madre
y llego tarde al cine por tu culpa.

Me gustas más cuando es mi cumpleaños
y me cubres de besos y de tartas,
o cuando eres feliz y se te nota,
o cuando eres genial con una frase
que lo resume todo, o cuando ríes
(tu risa es una ducha en el Infierno)
o cuando me perdonas un olvido.

Pero aún me gustas más, tanto que casi
no puedo resistir lo que me gustas
cuando, llena de vida, te despiertas
y lo primero que haces es decirme:
«Tengo un hanbre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno.»

MÁS SOBRE PLAGIO:

En C-18:

El plagio según Martín Gaite.


Un caso de no-plagio I , II y III.

Plagio, otra vez.

JCN y el plagio.


y también en:

El plagio literario.


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