sábado, outubro 20, 2007

Las tres vidas de Horace Beemaster (II).

Los archivos de la O.P.A.
Quién no es quién (VI).







2. Thomas Kubackewski y David Fowler: la recuperación de la memoria.

Tendría que ser un funcionario centroeuropeo apasionado por la obra de Beemaster el que diese el primer paso para arrojar algo de luz sobre el asunto. Desde Baviera, Thomas Kubackewski, un lector empedernido seguidor de las novelas de Beemaster, empezó a encontrar demasiadas contradicciones en las referencias, prólogos y artículos que Bob Norman dedicaba a H. Beemaster. No sin cierta ingenuidad receló que una persona tan despiadada como la que describía Norman pudiera ser autor de una obra tan sublime. E invirtió sus escasos ahorros en mantener correspondencia con todo aquél que hubiera tenido contacto en vida con el maestro de Wisconsin. Una persona le conducía a otra, pues cuando alguien le daba un nombre nuevo inmediatamente le escribía pidiéndole ayuda. Pronto fue la primera autoridad viviente en la vida de HB. Él fue el primero en acusar públicamente a Bob Norman (…) de mentiroso y falsario y a él se debe la reposición de la verdad, según cuenta Fowlder en el Prólogo de su Recovery of Horace Beemaster (1978).
Sembrada la duda por Kubackewski y muerto Norman el resto de los estudiosos se sintieron con fuerza para luchar contra el criterio de autoridad del albacea de HB. Las investigaciones más superficiales revelaban datos que ponían en entredicho las afirmaciones de exégeta oficial. Así aparecieron aquellos escritos en los que Norman decía, refiriéndose a HB:

es un caballero maduro y tranquilo, vestido con sencillez y humildad

descrpición diametralmente opuesta a la que decidió difundir tras su sonado enfado.

Poco a poco, la crítica mundial lo reincorporó al canon. Precisamente en ese momento Gabriel Ponte escribe que el monólogo interior del cazador Altenfender es la pieza más inquietante de la literatura universal y, como escribí antes, Booth, Harris, Eco y Bloom, siguiendo a Ponte, devolvieron a Beemaster el prestigio que Norman le había robado. Aparecen las primeras biografías en que se muestra a Beemaster como un escritor insuperable, un novelista endeudado e insatisfecho, un marido repudiado y bebedor y padre amatísimo y desgraciado. Una víctima más que un verdugo de una vida nada fácil.



En 1978, como colofón de todos estos trabajos, David Fowler publica Recovery of Horace Beemaster que compila todo el material conocido sobre el novelista americano. En este ensayo parte de la mentira construida por Norman para, después de elogiar el apasionado trabajo de Kubackewski para saber la verdad del maestro de Wisconsin, fijar los datos ciertos sobre el genial autor de Los árboles ahogados.


En España la defensa de la obra de Beemaster ha corrido esencialmente a cargo de don Sabino Ordás, amigo personal de Fowler desde que coincidieran en Utah. El maestro de Ardón no pierde ocasión de destacar que la escritura de Beemaster es clara precursora de la de Joyce y se queja de la enorme injusticia de que las obras del americano aún no estén traducidas al castellano.


Ningún comentario: