Resumen de lo publicado: Benito Pantaleón muestra a los miembros del gabinete de crisis un video en el que se ve como un hombre embozado persigue al Rey por los pasillos de la Zarzuela.
Desde la tercera cámara, la que grababa el corredor de la primera planta, se veía andar, quizá hacia su alcoba, al Jefe de Estado que por el aspecto de los labios (no graban el sonido las cámaras de seguridad) parecía que iba silbando ajeno al individuo que le acechaba. El perseguidor alcanzó al Rey y sacó una espada de debajo de la capa asestándole una estocada en el costado antes de que don Juan Carlos I pudiera reaccionar. “Ese golpe no era mortal de necesidad”, comentó Pantaleón. El asaltante pateó la herida de Su Majestad que se retorcía de dolor mientras sobre el suelo de mármol la sangre se mezclaba con la leche. El hombre levantó la espada y con un hábil golpe separó la magna cabeza del muy regio cuello, después soltó el sable (ya en el suelo se veía que era un sable) y escapó corriendo por donde había venido frotándose los brazos doloridos por el esfuerzo que conlleva toda decapitación. Antes de bajar las escaleras miró a la cámara y levantó desafiante el dedo corazón. “¡Pedazo cabrón!”, el Mitrado no pudo contener su ira al ver el rostro del regicida.
(Continuará)
Publicado en Le Rosaire de l´Aurore número ocho, abril 2005.
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