Y si es inquietante el efecto que el muy acaecido culo de Oja Kodar crea en Picasso y de rebote en el espectador de la película F for Fake, de Orson Welles [cfr. C18: La credibilidad de lo inverosímil, II]; hay otros culos, mucho más reales, que son usados como arma de desconcierto. ¿Por quién? ¿Para qué? Hay días en que es difícil no creer en un gran narrador que nos guía de acuerdo con un plan preconcebido y no me refiero a Dios precisamente.
Hace tiempo escribí aquí [La credibilidad de lo inverosímil, I] de refilón sobre un cibersitio interesante, The art of detouch, en él podemos comprobar como la cirugía estética no es suficiente para alterar la realidad; y lo ficticio tiene que intervenir aún más en lo acaecido borrando arrugas y pliegues, alzando pechos, rebajando cinturas, exterminando lunares...
Como diría un periodista las imágenes hablan por si solas
pero no me resisto a meter baza para lamentar el tiempo que perdemos intentando alcanzar utopías imposibles mientras dejamos otras, sólo improbables en el tintero.
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