xoves, xuño 19, 2008

La gris verdad.


«No», dijo él y era «Sí.» La pregunta es lo de menos. ¿Qué más da que ella le preguntara si tenía hora o si quiso saber si aún continuaba queriéndole como el primer día? Lo esencial era la mentira: el hecho de haber abandonado los principios que tan férreamente se había propuesto defender desde la última caída hacía... ¿sólo dos semanas? Ni siquiera. Había vuelto a fallarle. Se había vuelto a fallar. Dijo «No» y mintió, aunque no lo hizo queriendo ni para defender, como había hecho otras veces, un plan preconcebido. Fue algo instintivo, inconsciente y precisamente eso le preocupaba más: «¿habré dejado de mentir para ser la mentira?» Había dicho «No» queriendo decir «Sí» que, a la postre, era la verdad. Aunque, ¿era «Sí» la Verdad? «Habría mucho que matizar», pensó, «casi tan cierta es, en este caso concreto, la negación como su opuesta. Todo es cuestión de perspectiva. Nada es absolutamente blanco o negro: todo es gris. Hay miles, quizá millones, de matices.» Una breve sonrisa borró la seriedad que se había apoderado de su rostro. «Ahora me miento a mí mismo, ¡Lo que me faltaba! He mentido y ya está, buscar justificaciones no hace sino empeorarlo todo He mentido, no sé por qué lo he hecho pero le he fallado una vez más. He de decírselo y cuanto antes, mejor. Todo retraso supone, lo sé bien, la necesidad de seguir alimentando la mentira. No le puedo volver a fallar. Pero, ¿le he fallado? ¿Qué es fallar? ¿Ejercer la infidelidad? ¿Eso soy? ¿Un hombre infiel? Decir eso sería mentir porque “infiel” significa lo que significa...» Siguió con sus pensamientos y deducciones hasta que logró tejer una maraña de justificaciones irrefutables.
Días más tarde, pálido, incapaz de pensar en otra cosa que no fueran los pequeños detalles que daban verosimilitud a las especulaciones y con el estómago al borde de la nausea se dio cuenta: «¡Pero cómo he podido caer otra vez! Me he encastillado en mi error y eso no hace más que engordar cada vez más la bola de nieve...» Seguía pensando cómo solucionarlo todo, como introducir en su respuesta el «pero» que enlaza el «No» con el «Sí» y no se dio cuenta de que el semáforo estaba en rojo.
El conductor salió asustado y él agonizando sobre el asfalto le dijo: «No se preocupe. Apenas estaba vivo»

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