luns, xullo 09, 2007

Constelación decimoctava en Diario de León (VIII)









Don Alfonso García, coordinador de Filandón (las páginas dominicales culturales de Diario de León), ha tenido a bien acoger en ellas a otro de mis microcuentos. Desde aquí se lo agradezco.





Es decir:

CONSTELACIÓN DECIMOCTAVA.




SERGIO B. LANDROVE.





Dantesco.


Me enamoré de ella cuando era una niña pero, por favor, no piensen mal porque yo también era un niño. Teníamos los dos nueve años cuando la vi por primera vez y quedé prendado de ella. Jugaba con sus amigas a la comba en la plaza, llevaba un vestido color sangre y en sus ojos brillaba una belleza que me anticipó un sentimiento que sólo años después acerté a llamar Amor. « ¿Por qué no puedo dejar de pensar en ella?», recuerdo que me decía entonces. Al final, gracias a las películas, encontré la respuesta: «Estoy enamorado», concluí. A pesar de que el diagnóstico era irrebatible (sentía, sin la menor duda, las célebres mariposas en el estómago) las dudas no cesaron… «Estoy enamorado, sí. Pero, ¿qué debo hacer?»
Desde aquél día en que la vi volando con su vestido rojo había actuado instintivamente como los enamorados del cine (del cine de entonces, claro): la admiraba en secreto, planeaba encuentros «fortuitos» y siempre vencido por los nervios, me alejaba corriendo cuando estaba a punto ya de hablar con ella. El Amor me había poseído, me sabía sus horarios al dedillo, madrugaba para salir a la calle cinco minutos antes que ella y seguir el ronsel de sus pasos, primero hacia el colegio, después, hacia el instituto. En mi diario, que comencé a llevar en segundo de BUP, escribí de un día aciago: «Ya no soy yo mismo. Hoy me he cruzado con ella y sus amigas en el pasillo y, aunque iba hablando con Fabián, me quedé mudo, paralizado. Un repentino temblor atacó la parte izquierda de mi pecho y tuve que apoyarme en la pared para no caer al suelo…» Evidentemente mis reacciones no pasaban desapercibidas para nadie y menos para ella y sus amigas, aquel día, después de mi desfallecimiento las chicas se alejaron «riéndose a carcajadas de mí»
La fortuna quiso que ambos, tras el bachillerato, nos quedásemos en la ciudad: yo estudiando derecho; ella, trabajando en la librería de sus padres. Hasta que un día, antes de que, al fin, reuniera fuerzas para confesarle lo que ambos sabíamos desde hacía tanto tiempo, la atropelló un coche. Su muerte, que sucedió ya hace diez años, transformó mi vida de feliz en gregaria de una ciudad gris que quedó para siempre viuda, despojadas todas sus esquinas de la magia que ella les había regalado al habitarlas.





Nota del autor: Dante Alighireri (1261-1321) además del Canto Primero (Infierno) de su Comedia, que tiempo después Boccaccio calificó de “Divina”, escribió otros dos cantos, en los que describe el purgatorio y el cielo, y también La vida nueva, libro en el que recoge los sonetos que le inspiró su frustrado amor por Beatrice lo que permite ampliar el campo semántico de «lo dantesco».









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