martes, decembro 05, 2006

La extraña muerte de Matías Prats Padre ( III )



PROFANACIÓN.


Uno de nuestros más intrépidos investigadores que, exclusivamente por razones de supervivencia, no quiere revelar su nombre ha descubierto nuevos e inquietantes datos sobre la muerte de Matías Prats Padre.

ANÓNIMO. A media noche el cementerio está tan oscuro como el resto de los lugares que comparten nuestro huso horario y aun otros. Sólo se oye el sonido de la pala con la que el enterrador, Lupicinio Clown, cava una nueva fosa común. Siempre alegre y bromista Lupicinio nos recibe hoy con un semblante pálido y sus chistes escatológicos (primera acepción) apenas logran ocultar su miedo.

PREGUNTA: Señor Clown, ¿es cierto que se han profanado tumbas en este camposanto?

RESPUESTA: No, no es cierto. Sólo se ha profanado una, la del viejo periodista del NO-DO y quizá no fuera una profanación. Se podría decir que le hicieron una visita en su actual morada a pesar del tácito cartel de «No recibo» que cuelga en toda sepultura.

P: Entonces, ¿por qué no ha transcendido a los medios?

R: Ya sabe que no es lo mismo ser pobre que rico… y este debe ser asunto de peces gordos que tienen venia para hacer lo que les plazca sea matar, profanar o, simplemente, mentir a pierna suelta sin que la ley se les aplique con todo el rigor con el que caería sobre mí… (Para un momento de cavar, se agacha, rebusca en el suelo y desentierra un fémur)…si me descubrieran, por ejemplo, jugando con lo que fue pierna.

P: ¿Qué me quiere decir?

R: No lo sé, quizá nada.

P: ¿Cómo que nada?

R: Nada le quiero decir, pues más tranquila quedaría mi agitada alma si guardase en secreto lo que sé… Pero ¿acaso sería tranquilidad real la de callar un hecho que intuyo horrible? Usted es el que quiere que le diga todo lo que sé. Yo, la verdad, no sé si quiero decírselo.

P: Es usted un lógico. ¡Un filósofo estoico!

R: Pero no el primero entre los de mi oficio, vaya a las bibliotecas…

De la tierra saca ahora un cráneo y dice, afectando aún más la voz: «Échale guindas al pavo, pavo que yo le echaré a la pava (bis) azuquita, canela y clavo, que yo le echaré a la pava…»

P: ¿Qué pasó entonces con la tumba del periodista?

R: La profanaron, como dicen ustedes, ayer por la noche. Unos individuos (tres o cuatro, según mis compañeros que los vieron salir corriendo) reventaron la lápida y sacaron el ataúd, lo abrieron y descuartizaron el cadáver putrefacto del ex-locutor. Esparcieron sus restos por el cementerio, apareció todo menos su pierna derecha.
P: ¿La pierna derecha?

R: Si… Minutos después llegaron unos policías que tras recomponer el puzzle y colocar una nueva lápida nos ordenaron guardar silencio.

P: ¿Para qué cree que alguien puede haberse llevado la pierna de Matías Prats?

R: Certeza no tengo ninguna, pero sí sospechas, no es el primer caso del que tengo noticia, un enterrador, amigo mío, me ha contado un caso similar…

Oímos una detonación y cuando ambos nos volvímos buscando la fuente del sonido, el señor Clown cae al suelo, la bala le había alcanzado en el pecho. Moribundo y apenas sin fuerzas me hace señas para que me acerque a él y aprovechando su último suspiro dice, bastante claramente, «Rosebud». Apunto el enigmático vocablo en un papel y, cuando me doy cuenta de la broma, la emprendo a patadas con la carcasa del que fue el primero de nuestros enterradores estoicos. Segundos después abandono la venganza convencido por el francotirador que comienza a dispararme a mí, huyo refugiándome tras las lápidas mientras me pregunto las razones del misterio que se esconde tras la muerte de Matías Prats.

Publicado en el número diez de Le Rosaire de l´Aurore, junio de 2005.

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