(ANTE EL CIERRE DE ARRIBA Y BLANCO.)
En mi estantería sigue ocupando un lugar preferente mi colección de tebeos de Astérix. Están allí por motivos puramente sentimentales pues los años (y muchas discusiones con acérrimos tintinófilos como Juan Carlos y Antonio) me han hecho ver que esos fallos y deficiencias que son palmarios en las últimas entregas tienen su semilla en la idea original. Juan Carlos llegó un día a solicitar que mediara en nuestra disputa el ilustrador y escritor Xan López Domínguez que nos dijo: Yo soy más de Tintín. Los primeros números de Astérix están bien, pero cuando la poción sirve para todo desaparece el guión y las historias dejan de tener interés…
Me estoy yendo por las ramas y quizá esto no te interesa pero el caso es que esa colección está en mi memoria indisolublemente ligada a ti. De ti me traje para casa la mayor parte de los ejemplares (Otros vinieron conmigo de lejanos lugares: Santander, Gijón, Vilagarcía de Arousa… o de alguna de tus hermanas) y cuando los releo recuerdo la ilusión de decidir en casa cuál es el siguiente que quería leer, salir con uno de mis padres, abrir tu puerta y decir, por ejemplo, « ¿Tienen Obélix y compañía?», lo tenía que pedir yo, era parte del rito, de la magia del momento. El dependiente, no recuerdo su rostro, se iba, creo que al almacén, y volvía con el tomo que yo apretaba contra el pecho y ya no soltaba hasta llegar a casa. También gracias a ti, un sábado muy lejano (recuerdo que era sábado porque fui con mi padre), terminé la colección, por vez primera con Astérix en Córcega y, por segunda vez, con la aventura en la India que editaron cuando ya hacía tiempo (¿Meses o años?, es tan raro el tiempo de la infancia) que había comprado el de Córcega.
Me has contado muchas más historias: las del barón de Munchaussen, la de Jekyll y Hyde, el Cuento de Navidad, de Dickens y, más recientemente, la de Frankenstein o la de Los detectives salvajes; me has dado mucho que estudiar; me has enseñado a Descubrir el Bierzo en bicicleta y me has presentado a autores que, ahora, se encuentran entre mis favoritos: Gloria Fuertes, Bradbury, Capote y Gopegui.
Desde hace meses en tu puerta un pequeño cartel avisaba: Se traspasa, no me lo quise creer. Ayer, dando un paseo, vi carteles más grandes que confirmaban la mala noticia: 50% de descuento. Liquidación total. Miré, como tantas veces he hecho, a través del escaparate y vi que los estantes habían comenzado a vaciarse, que había empezado el expolio. Llamaron mi atención dos libros que estaban en mi lista de «A comprar» desde hace tiempo: Los parentescos, de Carmen Martín Gaite y el Diccionario Panhispánico de Dudas. Hoy por la mañana he participado en el saqueo. Sólo sé darte las gracias por lo mucho que te debo con esta carta que me ha salido demasiado triste. No es tristeza, es nostalgia: lo explica muy bien Lorca en otro de tus libros que están en mis manos: haremos en la esquina de la pena / una guirnalda de melancolía. (Versos finales de A Mercedes en su vuelo)
Muchas gracias.
Sergio B. Landrove.
Ponferrada, 17 de enero de 2008.
PS. En el prólogo a la novela que me acabas de regalar (ya la había leído gracias a la Biblioteca), que es la que Martín Gaite no pudo terminar porque se murió, escribe Belén Gopegui:
(…) yo no creo que los muertos nos vean. No nos ven, no existen, porque la muerte no es discurso, es pausa para siempre y no queremos darle pábulo nunca, tampoco con esa hipótesis imaginaria que si bien trae consuelo puede hacernos olvidar las cosas ciertas, la vida. Los muertos no nos ven, los muertos no existen sino que continúan: lo que existió continúa en lo que sigue existiendo, en lo que sigue pasando por su causa.
1 comentario:
Vaya...! No sabía que la habían cerrado, hace tanto que no paso por delante.... Qué recuerdos me ha evocado tu escrito.... Todos los meses de Septiembre mi padre me acompañaba allí, al ritual de comprar los libros para el cole, el olor a libros nuevos que te taponaba las narices, era casi como mascar páginas... Era el comienzo de algo nuevo.... Volvíamos a casa con dos bolsas llenas de libros, un par de rollos de forro y un canuto de cinta adhesiva. Y un libro premio, si mi comportamiento lo merecía. Recuerdo el que acompañó a los libros de 2º de EGB, El pequeño Nicolás. Qué recuerdos.... Gracias por este escrito, tan bueno en las formas como en el contenido.
Salud y República!
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