luns, marzo 19, 2007

No al préstamo de pago en bibliotecas.

Me parece increíble que haya que dar razones para defender la labor de las bibliotecas públicas. Me parece increíble que su existencia suponga una amenaza para alguien, pero un ataque desmedido como el que supone el canon que nuestros gobernantes –europeos y españoles- quieren establecer es una prueba evidente de que algo hay en ellas algo más que libros. Quizá es que sean, como ha escrito Belén Gopegui, un lugar al margen, un ámbito en el que

no hay mercancía en la biblioteca. Prestar un libro en una biblioteca pública, más allá de la producción material del libro o de la situación administrativa de cada biblioteca, no es un acto que se se realice contra los otros, ni sobre su carencia, su explotación, su fracaso. El libro que lee el lector o la lectora en la biblioteca a nadie falta, el acto de prestar un libro es, como decía, un acto de justicia y no el fruto de una transacción económica siempre desigual en el contexto de un mercado capitalista.

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Porque la recaudación, el interés económico, parece ser lo que se esconde detrás de este ataque aunque sus consecuencias van mucho más allá y no lo podría explicar mejor que José Luis Sampedro



En la vida corriente el que paga una suma es porque:


a) obtiene algo a cambio
b) es objeto de una sanción.


Y yo me pregunto: ¿qué obtiene una biblioteca pública, una vez pagada la adquisición del libro para prestarlo? ¿O es que debe ser multada por cumplir con su misión, que es precisamente ésa, la de prestar libros y fomentar la lectura?
Por otro lado, ¿qué se les desgasta a los autores en la operación? ¿Acaso dejaron de cobrar por el libro vendido? ¿Se les leerá menos por ser lecturas prestadas? ¿Venderán menos o les servirá de publicidad el préstamo como cuando una fábrica regala muestras de sus productos?
Pero, sobre todo: ¿Se quiere fomentar la lectura? ¿Europa prefiere autores más ricos pero menos leídos? No entiendo a esa Europa mercantil.
Personalmente prefiero que me lean y soy yo quien se siente deudor con la labor bibliotecaria en la difusión de mi obra. Sépanlo quienes, sin preguntarme, pretenden defender mis intereses de autor cargándose a las bibliotecas. He firmado en contra de esa medida en diferentes ocasiones y me uno nuevamente a la campaña.
¡NO AL PRÉSTAMO DE PAGO EN BIBLIOTECAS!


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En un momento en que los derechos de autor están siendo cuestionados por los propios autores [ Uno de los agravios que siento ante el canon por préstamo de libros es como autor. Durante años, uno de mis placeres al publicar un libro era no sólo verlo en las librerías, sino pensar que esperaría a otros lectores en bibliotecas de pueblo, de barrio o de universidad. Esto era parte del pacto implícito entre el autor y el Estado, el sistema, o llámese como se quiera: que mis libros quedarían gratuitamente a disposición de quien quisiera leerlos. Es un abuso romper ese pacto unilateralmente, ni aunque el dinero del canon lo pague directamente el Estado, en vez del lector (hasta ahí podíamos llegar…). Uno de los problemas de estos cánones (y pienso también en el que grava los dispositivos idóneos para la copia no autorizada) es su carácter estadístico, en las trampas sinecdóquicas que plantea: “hay gente que copia, luego que paguen todos los que podrían copiar… ya calcularemos cuánto”. Con este canon bibliotecario propongo un acuerdo: los autores que editamos antes de su existencia podremos ser leídos gratuitamente, sin ninguna contraprestación. Quienes publiquen a partir de ahora, que digan claramente si quieren percibir dinero por el préstamo de sus libros, dice José Antonio Millán en su Blog del futuro del libro: La noche del eclipse. ] los más interesados en su defensa parecen los gestores de esos derechos, los beneficiarios y, fundamentalmente, los empresarios.

El canon por préstamo conllevará –me lo acaba de recordar Pero Grullo- que una gran parte de los presupuestos de las bibliotecas se destinen a sufragarlo en vez de a aumentar sus, siempre insuficientes, fondos.

Yo soy usuario de la de mi ciudad –Ponferrada- y lo he sido de las de las municipales y universitarias de las ciudades en que he vivido –Salamanca y Santiago de Compostela. Gracias a ellas he podido leer in que mi situación económica fuera un impedimento y no por usarlas he dejado de comprar libros, como no lo hace ninguno de los usuarios.
Gracias a las bibliotecas descubrimos autores por los que de antemano no hubiéramos gastado un euro y acabamos intentando hacernos con sus obras completas. Gracias a las bibliotecas nos ahorramos dinero de libros que, con sólo ojearlos, sabemos que no nos interesan y lo invertimos en otros. Al margen de esto, vuelvo a Gopegui, la biblioteca crea un fondo común, una propiedad colectiva posible a la que acabamos contribuyendo. Yo, que estoy a mitad de una mudanza, tengo en el pasillo una esquina en la que acumulo volúmenes repetidos o que ya no me interesan y que llevaré a la biblioteca. Allí tendrán lo que no tendrían nunca en mi desván: lectores. Que no los venda a un librero de viejo es otra opción en defensa de ese bien común que prefiero al beneficio pues los libros ya me reportaron más que su precio con su lectura.

¿No es posible mantener una excepción? ¿Un lugar en el que lo común sea una realidad?





Más información pulsando aquí.

Puede imprimir para enviar una postal reivindicando de nuestros representantes en el Congreso de los Diputados una actuación en contra del canon pulsando aquí.








NOTA: Un fragmento de este texto pontifical fue publicado en la sección Cartas al director de La voz de Galicia el día 20 de marzo. El texto completo fue acogido el 19 de marzo en las cartas de El (ciber) país [Puede leerlo, y seguir la discusión, pulsando aquí] y también en la opinión del lector de El mundo/ La crónica de León (24 de marzo).

También publicaron el texto en la edición de Bierzo 7 del 29 de marzo y en la de Diario de León del día siguiente.

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