xoves, xullo 20, 2006

El castellano, pan fresco.

Decía don Álvaro Cunqueiro Mora que una lengua es buena cuando sabe a pan fresco y que por eso él prefería usar el galego al castellano. Hace tiempo había leído una novela de Francisco García Pavón (Las hermanas coloradas. Ediciones destino, 1970) un relato policiaco protagonizado por Plinio, el jefe de la G.M.T. (Guardia Municipal de Tomelloso) y su inseparable ayudante, don Lotario. Recuerdo que más allá de la trama me había sorprendido su castellano, especialmente el hablado por sus personajes que recrea el idioma rural de Castilla con una precisión que a mí, desde este rincón del noroeste, se me antoja fiel a la realidad.
Acabo de terminar Nuevas historias de Plinio (Ediciones Destino, 1970) una recopilación de relatos sobre el policía manchego. En las narraciones se recoge la forma de vida de nuestros pueblos –partiendo del ejemplo de Tomelloso- durante la primera mitad del siglo XX y más allá de muchas expresiones que sería inútil reproducir solteras de contexto contiene abundante pan fresco de un castellano que a muchos nos podría parecer ya perdido: albéitar, sonrezar, chisqueros, arregosto, asurar, galera, dar el relincho, sonlloro, sed gorda/sed fina, gachona….



P. S. Lo que me llevó volver al Tomelloso de Plinio fue que hace unos días, rebuscando en una librería, me encontré entre las novedades este Plinio, casos célebres que acaba de publicar Destino.

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