luns, xuño 19, 2006

Marcos 9, 42-50.

Era domingo y don Ramón pensaba en el sermón mientras iba hacia su primera parroquia, San Basilio. Su reloj marcaba las siete y media y las calles, salvo algunos rezagados de la noche, estaban vacías. A las ocho y cuarto celebraba la primera Eucaristía después, y sin apenas descanso, comenzaría su peregrinar por toda la comarca. Siete misas en una sola mañana. Tocaba leer Marcos Nueve y nunca le había gustado demasiado aquella lectura.
No le resultaba fácil comentarla y para evitarlo solía centrarse en el Salmo o bien comentaba algún asunto de la actualidad. Quedaban tres semanas para las fiestas y no habían reunido suficiente dinero para cambiar el manto de la virgen: merecían un buen “sermón”. Se cruzó con otro coche, una familia que iba a la playa. Hacía muy buen día y en dos horas la carretera general iba a ser mortificante pensó en que tendría que volver por las comarcales. “No puedo escurrir el bulto con el tema del manto, he de afrontar el fondo de la lectura y más en San Basilio” –se dijo recordando las últimas confesiones.
Sintió la necesidad de hablar claro, nunca lo había hecho en temas en los que su opinión se apartaba ligeramente de la oficial. Si quería comentar las palabras de Cristo no podía limitarse a un comentario socorrido, tenía que hablar sin tapujos, sin eufemismos. Él había sido claro «Y si tu mano es para tí ocasión de pecado, córtatela», si quería ser sincero con sus feligreses debía dar su visión sobre el asunto ¿A qué tenía miedo? “¿Una mano?; ¿un ojo? Todos sabemos de lo que está hablando realmente... Por mucho que una mano pueda hacer pecar el problema es otro. La mano es un mero instrumento... ¡He de comentarlo sin miedo! Tal y cómo siempre lo he entendido” Recordó que en el Seminario uno de sus profesores había definido su exégesis de esos versículos de pseudo-herética. Salió de la general y enfiló el coche hacia Os Agros. Aparcó, como hacía siempre, al lado del molino.

La Voz de Galicia, jueves 19 de agosto. El cadáver de don Ramón Suárez, párroco de San Basilio dos Agros, que desapareció el pasado domingo ha sido finalmente encontrado por los buceadores. Como les informamos su coche apareció aparcado en el lugar de costumbre, el Molino dos Agros, pero él no ofició ninguna de las nueve misas que tenía previstas para aquella mañana. Fuentes de la Policía Nacional han confirmado a este diario que parece un evidente caso de suicidio pues el sacerdote estaba en el fondo del río atado a una piedra de molino lo que dificultó su hallazgo a los investigadores.

2 comentarios:

Ricardo Chao Prieto dixo...

Me ha hecho gracia, porque he pensado sobre ese pasaje precisamente esta semana pasada. Je, je: no es la mano la que peca. Para mí que fue una interpolación paulina.

Sergio B. Landrove dixo...

¡Qué coincidencia!

¿Dices en serio lo de Pablo? Que mala fama tiene el estricto Pablo como diría un tertuliano de la radio, quedandose tan ancho: "los conversos son los peores"

Gracias por la lectura y el comentario.

P.S: Creo que el protgonista del cuento cree que no es la mano la que peca sino la cabeza y no los miembros que primero se nos vienen a la cabeza a los demás cuando leemos el pasaje del evangelio.

Gracias de nuevo.