O semanario Bierzo 7 publicou no seu número de esta semana esta colaboración d'O Rucho:
Epifanía uno, Urbano Lugrís González
En
la iglesia copta creen que los Magos de Oriente eran doce, como los
doce Apóstoles, y que uno era músico, y éste en homenaje al Señor
Jesús, que estaba en las pajas del pesebre, tocó su instrumento,
que era de cuerda (...) Por lejanos caminos, tres o doce, o
trescientos, como creían en Bizancio, se vuelven a sus países de
Levante los señores Magos.
(El
mundo y sus ventanas,
Alvaro Cunqueiro, intervención radiofónica en RNE de A Coruña,
08.01.1962)
Nuestra
tradición nos ha hablado siempre de los tres magos de oriente; pero
si acudimos a las leyendas e historia de otros países, por ejemplo a
la Bizantina que cita Cunqueiro, podemos encontrar hasta trescientos,
de todas formas poco se sabe más que sus nombres. Sirva esta pequeña
antología de textos dispares para acercar al lector las vidas de
aquellos astrónomos y magos que fueron los primeros en saber del
nacimiento del Mesías.
DON
MELCHOR
«Don
Melchor tras cruzar el umbral de la cuadra no pudo contener las
lágrimas al ver por vez primera al niño Dios y recordar lo que
había leído en el vuelo de los pájaros: que aquella piel sonrosada
iba a terminar atravesada por clavos y lanzas.
(Vidas
de algunos santos, de
Sem
Tob ben Ishaq ibn Ardutiel,
siglo
XIV)
DON
ANABAR
«
(...) fue célebre médico entre egipcios un mago de nación persa
que había entre los doce que vinieron a Belén a adorar al Niño. Y
llamaban al tal mago, Anabar. Se dijo de él que era tan sabio que
oía las enfermedades en el interior del hombre. Anabar después de
largos años de médico en Alejandría retiróse al desierto, por el
que cabalgaba montado en un león. Anabar tenía una luenga barba en
la que se aposentó un enjambre de abejas, y el mago se dejó estar
quieto todo un año, por no asustarlas, y cuando el enjambre se
escindió y ambos reinos volaron lejos, Anabar se alimentó durante
meses con la miel que habían dejado en sus barbas, y con la cera
hizo una cruz, ante la que oraba, en su choza de barro. En la que
vivió ciento noventa años.»
(Apoplétikus,
tratado de dieta médica, cocina, música y gimnasia, monje Niffón,
siglo II d.C.)
DON
GASPAR
«Las
tripas del cuarto vencejo insistían en lo mismo:
Viaja
a poniente y tras muchas jornadas de viaje encontrarás lo que te
guíe al parto del hijo de Dios.
Lo
discutió con sus discípulos: ¿Podía el Emperador dejar embarazada
a una mujer de un país en el que nunca había estado?»
(Uno
de los doce fragmentos que se conservan de Las noches de los
sabios, de NIU CHIAO, letrado y poeta chino, del siglo IX.)
DON
BREN
«
(...) por aquél entonces, don Bren, el mago de la corte del rey Xan
leyó en el vuelo de las sardinas el nacimiento del Mesías que
esperaban los judíos. Lo consultó con el rabino de Orzán que
inicialmente no dijo nada pero tras dos días de interpretar la Torá,
lo negó.
Ambos
sabios fueron a consultar al rey que lejos de mediar en sus disputas
religosas, siempre fueron muy cautos en materia ideológica los reyes
de la ciudad sumergida, les dijo que debían respetarse y permitió a
Bren abandonar la corte por el tiempo que fuera necesario para
comprobar la realidad de su augurio.
Al
día siguiente, con la bendición del Rabino y una piña de percebes,
con la que pretendía dar la bienvenida al hijo del Hombre, Bren
abandonó Orzán. Nadó hacia el sur y, antes de alcanzar las columnas de Heracles, una enorme medusa llamó su atención y le guió por las
aguas del Mediterráneo hasta la playa de Ascalón. Allí, cuando
salió a la superficie se encontró con otros Magos que habían
acudido a una llamada parecida.(...)»
(Leyendas
de la ciudad de Orzán,
Görthveiller, siglo XVIII)
DON
BALTASAR
« Al día siguiente de su partida los acreedores hicieron valer las prendas que el mago había dado para poder costearse el viaje y pagar la mirra.
Las
esposas e hijos del astrónomo apenas supieron cómo defenderse («Es
verdad. Está loco», pensaban) y se limitaron a contemplar con pena
como los alguaciles se llevaron las cabras y la vaca, cercaron las
fincas y fijaron el foro que deberían pagar si querían seguir
habitando su casa y labrando la parte de la huerta que el magistrado
consideró «suficiente para su subsistencia». Las esposas, que no
confiaban en el regreso del mago, contrajeron nuevos matrimonios. Al
frente de la casa quedaron dos de sus hijos, los mayores.
Meses después don Baltasar regresó al pueblo con la Buena Nueva. Había parado en todas las aldeas del camino para contar los signos que acompañaron al nacimiento de Jesús. «Sin la más mínima duda: es Emmanuel», acababa siempre su relato. Sus hijos no le dejaron entrar en casa «Eres nuestra ruina. Un inconsciente. ¡Vete!» Él los comprendió. Dejó atado su caballo a la puerta y en las alforjas todo lo que quedaba de su equipaje (la túnica de los domingos, su espada y el astrolabio), «ya no los necesitaré más». Se fue a otras tierras a comenzar una vida nueva. Continuó mirando las estrellas pero dejó de medirlas.»
(Silva
de flores curiosas, Pablo da Souza, siglo XVI)
Aquí poden ver a páxina do periódico: Bierzo 7: Breve antología de magos de oriente
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