martes, novembro 21, 2006
COPLAS DE LA VIDA DE MI ABUELA, De Rodrigo Osorio. ( III )
Entonces el treintaiséis
llegó con su mal agüero
trajo la guerra. Y encargos
para Filo en su coleto.
A Rogelio mediohermano,
lo llamaron para el frente
dejó todos sus trabajos
caminito de la muerte.
Meses después les llegaron
con las peores noticias
“En el Teruel de Aragón
tu hijo perdió la vida”
“¡Maldita guerra, maldita
que siegas jóvenes vidas!”
-pensaba la niña Filo
llorando como perdida.
Doña Elvira en varios días
de la cama no salió
don Manuel guardó los bueyes
y en casa se recogió.
La tristeza vino a ver
a la familia González
desde el frente de Teruel
pero la vida aún sigue:
y ahora ara y ahora siembra
y ahora viñas y ahora pan
los garbanzos y patatas
también dan que trabajar.
Sola y ciega, tía Martina
necesita quien le ayude
y su hermano, don Manuel,
a Filomena le sube:
“Ya eres bastante mayor
y te tienes que encargar
del cuidado de Martina
y su casa: ¡a trabajar!
La vecera del rebaño,
trabajo menos severo,
mejor que la lleves tú.
Descansarás algo, espero.
Con las sábanas tu madre
por ahora te irá ayudando
y tú aquí, de vez en cuando,
vendrás a echar una mano”
Filomena corajuda
no pudo callarse, no:
“Si puedo cuidar la tía
sábanas puedo doblar yo”
Diez años tiene la niña
y se va a San Miguel
investida ama de casa
sin saber muy bien qué hacer.
La colada, la comida,
y otras tareas domésticas
fueron el nuevo trabajo
de la niña Filomena.
De las huertas de su tía
se tenía que ocupar
y aun de las cosas de Arganza.
Ni un rato para parar.
Sus padres que a ella siempre
quisieron dar lo mejor
llevaron a otro maestro
que de ella se ocupó,
por la noche la atendía
acabada su labor
y Filo a Arganza bajaba
para escuchar la lección.
“El duque” a él le llamaban
y era un muy buen profesor
que amor por las matemáticas
en Filomena sembró.
Pero el trabajo era mucho,
y el cansancio superior
y con tristeza en su alma
la niña las clases dejó.
“Es una pena, señores,
-el duque dijo a sus padres-
despierta y lista es un rato
para dar carrera vale.”
En el colegio veía
una forma de escapar
de aquel trabajo tan duro
que tendría que heredar.
“Tengo que aprender bastante
para poder defenderme
buscar algún buen trabajo
que mi salud poco mengüe”,
Y por eso ella estudiaba
en los ratos que podía
las cuatro reglas y otras
en un libro que tenía.
También la guerra llegó
a Arganza y a San Miguel
los falangistas y los rojos
hicieron de allí cuartel.
Unos buscando a los otros
subían en sus camiones
robaban, herían, mataban
como si fueran leones.
Después de quemar iglesias
con sus santos y sus torres
los rojos que iban huyendo
se escondieron en el monte.
Hubo mucho tiroteo
y el padre estaba en la era
sube a buscarlo la niña
pues bien valiente ella era:
“¡Padre baje, a comprar vino
han venido unos hombres!”
Con Filo baja Manuel
dejando atrás sus temores.
De Cacabelos subía
mucho la Guardia Civil
buscando a los huidos
que vagaban por allí.
Chupaojales, capitán
de los rojos montañeros,
no les dejaba parar
ni montar un campamento.
“Si nos paramos nos pillan
-decía a sus compañeros-
hay que esconderse, ser cautos
como el raposo y el ciervo.”
Cerca de allí, en Canedo,
vivía Adoración
era amiga de los rojos
su casa fue su pensión.
Ella les hacía compras
y esa fue su perdición
pues un día, en Cacabelos,
vieron comprar colección
de calcetines de lana
y allí la duda saltó.
“¿Para qué tanto escarpín
si siempre sola vivió?”
Subieron del cuartelillo
los guardias en procesión
y cuando petan en la puerta
se armó la revolución.
Muy grande fue el tiroteo
de la zona: ¡fue el mayor!
mataron todos los rojos
y algún guardia también cayó.
Los rojos armados iban
les ayudó Adoración
que tiraba como un hombre
con certera precisión.
En medio de aquel estruendo
Chupaojales le ofreció:
“Escapa, querida amiga,
tú no debes morir, no.
Que hiciste ya bastante,
huye, rápida y veloz,
a Francia, bien lejos de estos
que sólo tienen rencor.”
Adoración hizo caso
y se libró del terror
pues a todos remataron
aunque su jefe escapó.
Días después, Chupaojales,
desangrado apareció.
Huyó, pero malherido
y sólo en el monte murió.
Publicado por Sergio B. Landrove el 21.11.06
Sección o secciones: Coplas de la vida de mi abuela., Poesía.
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