mércores, maio 24, 2006

UNA HISTORIA REAL, por Jorge Castelló.

EL HUEVO Y EL FUERO.


Artículo 31 del Código Civil español. La prioridad del nacimiento, en el caso de partos dobles, da al primer nacido los derechos que la ley reconozca al primogénito.


Letizia trajo a este valle de lágrimas a un par de gemelos, perdónenme la redundancia, un niño y una niña preciosos y sanos. Por aquél entonces la Constitución ya había sido reformada introduciendo la plena igualdad de sexos en la línea sucesoria. Evidentemente los periodistas preguntaron a don Felipe cuál de los dos Infantes había nacido primero; “Pelayo - contestó él – un minuto después Isabel ya descansaba también en mi regazo”. La polémica estaba preparada por los que viven de ella desde el anuncio del embarazo, siete meses antes, pero el desencadenante fueron las declaraciones de una de las enfermeras que asistió a la Princesa publicadas en la edición digital de un periódico prestigioso. El titular era escueto: “Nació primero Isabel”. La versión impresa del diario guardaba silencio pero la noticia fue propagándose lentamente por la red virtual. Paralelamente brotaban comentarios de “montaje” y “falsedad” e, incluso, se llegó a negar que aquella mujer fuese enfermera. En el extranjero la noticia iba ocupando cada día mayor espacio en los informativos primero fueron los rumores y las dudas, a las que siguió un tajante comunicado de la Casa Real acompañado de un certificado médico que afirmaba la primogenitura de Pelayo. En la prensa española no se comentaba el tema. Una mañana El Mundo a toda plana publicó las fotos del Rey “saludando” con el dedo corazón erguido a unos manifestantes, bajo ellas se podía leer: “Estas fotos que los expertos consideraron falsas en junio de 2004 se confirman hoy como auténticas lo que supone una mancha incomprensible en el intachable reinado de Juan Carlos I...” Era sospechoso que los expertos hubieran tardado año y medio en comprobar la autenticidad de unas fotografías pero la publicación tuvo su efecto, los incipientes bandos a favor y en contra de la primogenitura de Isabel se reagruparon bajo nuevos estandartes que reclamaban la abdicación del monarca o mostraban su apoyo incondicional al Rey de todos.
Un jueves se anunció que el Rey hablaría a las diez de la noche para España, los ciudadanos contuvimos la respiración durante todo el día y escuchamos todo tipo de predicciones. En las tertulias se mezclaban analistas políticos y de la crónica social a partes iguales. Todos decían tener un chivatazo, todos los chivatazos eran diferentes. A las diez de la noche, tal y como la mitad de los periodistas habían predicho, Juan Carlos abdicó, tras reconocer su error y pedir perdón a los manifestantes, solicitó al pueblo fidelidad al nuevo Monarca con un: “¡Viva Felipe VI!” que algunos coreamos desde casa. No dijo nada de los gemelos. Después habló don Felipe que reprochó el gesto de su padre pero de los gemelos... ni papa. La sucesión ocupó a los medios un par de meses, casi no se habló de los Infantes más que el día del bautizo en el que fueron padrinos los padres de la ya Reina Consorte Letizia. Don Juan Carlos ni siquiera fue invitado. Apareció un libro sobre el veintitrés efe, otro sobre Prado y Colón de Carbajal “Una falsa caza de brujas. –editorializó USA Today – Para ocultar un gran problema Juan Carlos ha puesto a disposición de la monarquía española su cabeza...” Juan Carlos y Sofía se divorciaron, él acudió a Salsa Rosa, ella replicó desde las páginas de Hola, el Rey no quiso hacer declaraciones, doña Letizia tampoco. Ambos se iban afianzando como jefes de Estado y ganando respetabilidad tan rápido como la perdía Juan Carlos al pasar las páginas de Sofia de Grecia: mi vida todo un “bestseller”.
Isabel y Pelayo fueron creciendo y un mal día esquiando en Baqueira la niña escapó del control de sus padres y de los guardaespaldas, se internó en una zona peligrosa y cayó por un precipicio. Los funerales, todo hay que decirlo, fueron preciosos y España lloró unida la muerte de la dulce Infanta. Sofía y Juan Carlos asistieron a la solemne colocación del cuerpo de Isabel en el Pudridero y lloraron pensando en las ironías de la vida y en lo costoso que es mantener una monarquía sobre la piel de toro.



Este relato fue escrito, como puede deducirse de su contenido, antes del nacimiento de doña Leonor de Borbón Ortiz. Concretamente en septiembre de 2004.

1 comentario:

Anónimo dixo...

¿Por qué "El huevo y el fuero"?