Una hora después de posarse en aquella llanura el módulo se estabilizó sobre la superficie rocosa y perdió todo el contacto con la estación espacial. Tras varios intentos infructuosos de comunicarse con sus compañeros de la base decidió salir a comprobar los desperfectos que el aterrizaje había ocasionado en la antena. Puso el pie izquierdo en la superficie y lamentó no tener que decir la frase que el gobierno le había encomendado, probablemente cuando se restableciesen las telecomunicaciones le harían recitarla para la retransmisión de televisión. Era la primera persona que pisaba aquel planeta, nunca nadie había estado tan lejos de su casa. Un escalofrío recorrió su cuerpo y supo que lo volvería a sentir cuando repitiera el descenso ante las cámaras.
Revisó el equipo de telecomunicaciones: la antena, la emisora principal, la de emergencia y las baterías. Nada parecía estar dañado. Lo desmontó y revisó, pieza por pieza. «El problema debe de estar en la base. ¿Cuánto tardarán en arreglarlo?» Estaba solo, tampoco nunca nadie había estado tan solo. No podía hacer nada más que esperar a que sus compañeros a millones de kilómetros solucionaran el problema, «si no lo consiguen en dos días he de iniciar las maniobras de regreso». Tres días allí le parecían toda la eternidad aunque era consciente de que, en cuestión de minutos, oiría voces amigas a través de los auriculares. «Seguro que no es más que un pequeño fallo, alguna tontería» ─se intentaba convencer. Un pequeño fallo que le estaba sumiendo en la desesperación. La aridez del planeta se trasladaba a su alma.
Revisó el equipo de telecomunicaciones: la antena, la emisora principal, la de emergencia y las baterías. Nada parecía estar dañado. Lo desmontó y revisó, pieza por pieza. «El problema debe de estar en la base. ¿Cuánto tardarán en arreglarlo?» Estaba solo, tampoco nunca nadie había estado tan solo. No podía hacer nada más que esperar a que sus compañeros a millones de kilómetros solucionaran el problema, «si no lo consiguen en dos días he de iniciar las maniobras de regreso». Tres días allí le parecían toda la eternidad aunque era consciente de que, en cuestión de minutos, oiría voces amigas a través de los auriculares. «Seguro que no es más que un pequeño fallo, alguna tontería» ─se intentaba convencer. Un pequeño fallo que le estaba sumiendo en la desesperación. La aridez del planeta se trasladaba a su alma.
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