Cualquier parecido con la realidad es una denuncia pública.
Marisa apenas ha dormido. Inquieta se ha levantado de la cama tres veces con la esperanza de que todo fuera un sueño. Pero no lo era. Allí sobre la alfombra de su salón siguen estando las cajas.
Dos días antes había descolgado el auricular de su teléfono rezando para que fuera su nieto. “Diga”; “¡Hola, muy buenos días! ¿Es usted doña Marisa Teleno?”; “Sí”; “Le llamo de Ediciones R. que ha iniciado una campaña para presentar sus productos en la comarca. Hemos seleccionado, al azar, a doscientas familias para regalarles un lote de libros… ¿Usted lee?”; “Me gusta mucho leer, señorita”; “Mañana mismo pasamos por su casa para entregarle el regalo ¡Hasta mañana!”; “Pero…” Marisa se quedó con la palabra en la boca pues la amable señorita colgó el teléfono para continuar con su infernal jornada de trabajo. Con un simple clic en la pantalla de su computadora incluyó a Marisa Teleno (Calle Francisco Sánchez, 16 1º derecha) en la lista de visitas que los comerciales tendrían que hacer al día siguiente. Continuó llamando –toda la mañana y toda la tarde- a los trescientos teléfonos que figuraban en su directorio.
Marisa con el auricular aún en la mano se preguntó: “¿Qué me ha dicho? ¿Le he dado mis datos?...” Tuvo miedo pues hacía apenas dos meses que, también por teléfono, habían timado a una vecina dándole de alta en un servicio de internet y eso que ni siquiera tenía ordenador. “Seguro que sólo quieren venderme algo, espero no estar en casa cuando venga el viajante, pero si estoy no abriré la puerta y listo…” Colgó el teléfono y se fue de compras.
A la mañana siguiente llamaron a la puerta. “El cartero” –pensó ilusionada. Pero era un chico alto, elegante y muy bien parecido. “¡Buenos días, señora Teleno! Soy comercial de Ediciones R. Una compañera le llamó ayer para…”; “No me interesa, gracias. Además estoy bastante ocupada.” La sonrisa del comercial se agrandó aún más cuando paró la puerta con la punta de su brillante zapato: “Simplemente era para hacerle una pequeña encuesta y, a cambio de su colaboración, Ediciones R. le regala los libros prometidos –con un rápido gesto sacó de su maletín tres volúmenes. “¿Es muy larga esa encuesta?”; “Cortita, cuestión de un minuto”; “Bueno pues pregunte, joven”; “¿No me invita a sentarme? Llevo desde las siete de pie y las piernas… ”; “Le entiendo perfectamente. Pase, ¿quiere un vaso de agua?”; “Sí, por favor”
Marisa condujo al joven a la cocina, sacó un banquillo de debajo de la mesa y se lo ofreció. “Comience a preguntar mientras le sirvo el agua” Mientras ella le da la espalda, el viajante saca de su maletín catálogos, un par de libros y bastantes folios y los extiende sobre la mesa. Cuando Marisa, ya con el vaso de agua, se da la vuelta y ve el panorama se da cuenta de lo que le va a costar deshacerse del vendedor.
Son sólo cuatro preguntas: “Usted se llama Marisa Teleno”; “Efectivamente”; “¿Su edad?”; “Setenta y cinco”; “Pues no los aparenta”; “La procesión va por dentro, ya sabe”; “De entre las siguientes enciclopedias ¿cuál le despierta mayor interés?” El vendedor leyó una larga lista de colecciones sobre las diferentes ramas del saber humano: Enciclopedia R. del Mundo Animal; de las grandes civilizaciones, del fútbol y así hasta diez de las que fue desmenuzando todas las características. “Pues no te sé decir, la verdad. Esa histórica de Egipto, por ejemplo”; “Y la última pregunta: ¿Qué regalo debería llevar la enciclopedia para que usted se decidiese a comprarla?” El joven enumeró lo que a Marisa le parecieron cientos de productos mientras le mostraba fotos. Cuando acabó la lista Marisa señaló los dos últimos, un juego de desayuno y una asadora eléctrica que había visto en un programa de la tele y le parecía útil.
“Pues ya casi hemos terminado pero antes le tengo que dar una sorpresa –prosiguió el joven- nuestra empresa está presentando sus productos en esa provincia y como creemos que la mejor promoción es el boca a boca hemos seleccionado doscientos hogares para hacer esta encuesta y regalarles los productos de nuestro catálogo que elijan con la única intención de que hablen bien de nosotros a sus conocidos. A Marisa se le iluminaron los ojos, a Luis, su nieto, le encantaba la historia y por eso había optado ella por señalar la “Enciclopedia R. de las grandes civilizaciones”; “Nada más que el viajante se vaya –pensó- llamo a Luis para que venga por los libros”. Mientras estaba pensando el comercial no había parado de hablar, ¿qué habría dicho? “Perdona, ¿qué has dicho?”; “Simplemente que el regalo no incluye, como usted puede comprender, los gastos de envío que suman 27 € que, a la postre, es un precio ridículo por la lujosa edición del Quijote, el “set” de desayuno, la asadora eléctrica y la enciclopedia”. “Sí, realmente ridículo”; “Pues si está de acuerdo conmigo puede firmar aquí y mañana mismo mis compañeros de reparto le traerán los regalos” Marisa firmó con su titubeante letra que aún se resentía de todas los días que no pudo ir a la escuela y acabó lavando en el río.
Al mediodía siguiente llamaron a la puerta “¿Sí?”; “Somos los repartidores de Ediciones R., le traemos los regalos” Dos hombres esperaban en el descansillo con varias cajas apiladas a su lado. “Doña Marisa Teleno, ¿verdad? Ayer vino a visitarla uno de nuestros comerciales…”; “Sí, un chico muy simpático”; “Sí que lo es –replicó el repartidor que ni lo conocía- le tengo que dar una buena noticia. La encuesta que usted respondió ha salido agraciada en un sorteo por lo que ha ganado una completa vajilla que también le traemos aquí”, dijo señalando las cajas. Mientras el primer repartidor hablaba, el segundo cargaba las cajas y las iba depositando sobre la alfombra del comedor Por sólo cuarenta euros más, ya sabe los gastos de envío, puede quedarse si quiere con ella. Consta e seis servicios completos: plato sopero, llano y de postre; dos bandejas para los entremeses; una ensaladera, una sopera;… En fin seguro que usted sabe más que yo de esto. Pero vamos, en todo caso es un chollo” De nuevo Marisa supo que era una oportunidad única. Aquella vajilla sería un buen regalo para su hija y por sólo cuarenta euros. “Si la quiere tiene que firmar aquí” El repartidor mostró otro contrato en el que Marisa, mientras con un ojo vigilaba los movimientos del hombre que descargaba las cajas, garrapateó su firma.
“¡Muchas gracias, señora! ¡No se arrepentirá!”; “¡Hasta luego!” Aún con el recibo en la mano se sentó en el sofá a disfrutar de su suerte. “Por sólo 77 € me han regalado…” de repente cayó en la cuenta. “¿Qué regalo ni que niño muerto?” Buscó las gafas de cerca y leyó el recibo: «contrato de compraventa a plazos», se leía arriba. Instintivamente sus ojos se fueron al final del folio «TOTAL 2160 € pagaderos en 14 cómodas mensualidades -la palabra “cómodas” le dolió en los ojos- de 148,50 €» “¿Cuánto son 148 €?” Buscó la calculadora, se sintió tonta y lloró. Acarreó las cajas, lentamente, hasta el fondo de la sala para quitarlas de su vista. Continuó llorando. Decidió no decírselo a nadie, sabía que sus hijos le llamarían tonta por haberse dejado engañar. Quizá decidieran llevarla a un asilo.
No pudo dormir, como ya dije, en toda la noche. Cuando, quince días después, decidió contarlo todo ya era demasiado tarde para reclamar. Los timadores habían ganado, una vez más, la partida.
Más en:
eBierzo.com: «Las estafas del nuevo siglo, abusando de nuestros mayores»
Ser consumidor (Cadena SER) del día 20 de mayo de 2005. Pueden escucharlo en el archivo sonoro de C-18.
3 comentarios:
Sólo se me ocurre insultar a estos...estafadores.
Parece muy real, tu relato, Sergio.
A mi también se me ocurren unos cuantos insultos para estos ES-TA-FA-DO-RES que es lo que son. Creo que aquí,aunque podría ser ficción lo que cuentas, es la pura realidad.
Ninguna ética y menos humanidad.
Hay que intentar dar la máxima publicidad posible para que nadie más caiga en las garras de estos ******
Muchas gracias por vuestra lectura de este relato un tanto más largo.
Quizá sea un articuento, en vez de un relato, ya vendrán los críticos...
Un abrazo a ambos.
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