domingo, febreiro 05, 2006

Sabino Ordás, un centenario preterido. (III)

ARCHIVOS DE LA O.P.A.
Quién no es quién (III)

Ilusionados tras su entrevista con Sabino Ordás, Aparicio, Díez y Merino emprenden el trabajo de convencer a Dámaso Santos, por aquel entonces director de Pueblo Literario, para que permita recuperar en las páginas de su revista el pensamiento libre y la rica prosa del leonés. Tras no pocos esfuerzos Santos convence al de Ardón que publica sus colaboraciones desde el 30 de noviembre de 1977 al 3 de noviembre de 1979 bajo el hermoso y sugerente título de LAS CENIZAS DEL FÉNIX. En 1985 Aparicio, Díez y Merino compilarán los artículos en la colección Breviarios de la calle del Pez editada por la Diputación Provincial de León y, en 2002, la Editorial Calambur ha reeditado Las Cenizas del Fénix precedidos de un estudio de la profesora Asunción Castro y acompañados de reproducciones de la amplía iconografía sobre don Sabino –retratos suyos por Picasso, Dalí, Benjamín Palencia y Álvaro Delgado, entre otros.
Retrato de Sabino Ordás. Óleo sobre tabla. Álvaro Delgado. Sin fecha. Colección particular.

Según la profesora Castro la temática de los artículos va desde la nota familiar y chocarrera, pasando por la referencia culta y cosmopolita, la reivindicación de la entidad leonesa, [Lo que ha llevado a algunos detractores del pensamiento de don Sabino a motejarle de leonnoexista más que leonesista. Nota de SBL.] las memorias del exilio, reflexiones literarias, además de todo tipo de asuntos culturales de actualidad inmediata.

No se puede pasar dejar a un lado el enorme espíritu lúdico de Ordás que le lleva a inventarse varios autores apócrifos e incluso sus obras, como su predilecto Horace Beemaster (Aparicio recupera el ¿personaje? en su cuento La confesión) antecedente inmediato de Joyce y al que no pierde ocasión de reivindicar o David Fowler, amigo suyo de los tiempos de Utah y autor de la magnífica, e inexistente, novela The skull of God. Aunque quizá el último artículo de Ordás publicado en Pueblo sea el más ejemplificador de esta vocación lúdica que tanto ha arraigado en sus discípulos, se titula MI AMIGO CLAUDIO BASTIDA (PREMIO HELIODORO DE NOVELA). Varias son los planos de esta farsa, un falso premio que alguien señala como injusto, la defensa que don Sabino hace de su inexistente ganador y la fe que da de su existencia (la del premio y la de Bastida) que otros previamente habían negado. Relata en esta columna, publicada el 3 de noviembre de 1979, como conoció a Bastida en un restaurante de París. Señala Ordás, quien como buen creador de apócrifos siempre deja pistas de sus falsedades, que el tal Bastida es sobrino nieto de un escritor inglés Enoch Soares que el maestro leonés conocía de antes. Asunción Castro en su estudio Sabino Ordás, una poética (Breviarios de la calle del pez. 2001) dice:

Para el que no lo recuerde, Enoch Soares es el personaje que da título a un cuento fantástico del inglés Max Beerbohm.

Don Sabino se coloca irónicamente en el terreno de la ficción para demostrarnos la existencia de su apócrifo Bastida y termina diciendo, antes de un ataque contra el resto de los premios literarios que ya quisiera que estuvieran tan limpios como el Heliodoro:

Que Claudio Bastida no es un apócrifo está muy claro. Claudio Bastida es tan apócrifo como yo mismo. De antiguo, este país ha querido negarles a los escritores el pan y la sal; ahora pretende negarles hasta la existencia.

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