sábado, febreiro 25, 2006

GERIFALTE INSTANTÁNEO. Capítulo 14.

Resumen de lo publicado: Felipe VI llega a Dinamarca donde Rosencratz, su viejo amigo, le ofrece protección.

«Estarás cansado. –dijo Rosencratz- Te preparo un café y mañana hablamos. Si quieres puedes encender la tele, el mando debería estar encima de la mesa» Felipe zapeó buscando el canal internacional de Televisión Española en el que vio como él mismo presidía la reunión del Patronato de la Real Academia de Taxidermia. No le sorprendió, pero al ver a su doble fue consciente del lío en el que se había metido. Hasta el momento no había tenido ni un instante para parase a pensar en las consecuencias de su actuación. Repanchigado en aquel sofá, al fin seguro y con alguien en el que confiar, sintió sobre sus hombros el peso de la historia. La tensión de los últimos días fue cediendo al sueño y, en la duermevela, la realidad se confundió con los sueños. Recordó a Luis María Anson repitiendo aquel trabalenguas que tanto le había impresionado de pequeño, su viaje hasta Dinamarca que creía, vencido ya por la lógica onírica, haber hecho a caballo, a Letizia, el informe que había desencadenado aquella locura, su inveterado odio al tenedor del pescado, el lema que su abuelo recitó entre lágrimas el día en que su padre fue Rey y, al fin, vio la escalera, aquella larga escalera que siempre sale en sus sueños, lo que le convenció de que estaba dormido. Fueron tantas las imágenes y tan inconexas que al día siguiente no supo decir si fue verdad o sueño que Rosencratz había salido de la cocina vestido con un coqueto delantal rosa y, al verlo dormido, apagó la tele, lo arropó con una manta y le dio un beso en la frente. Escena que bien pudo ser un simple recuerdo de los felices años en Georgetown.

Publicado en Le Rosaire de l´Aurore, número dieciocho. Febrero de 2006.

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