luns, decembro 12, 2005

Un sueño.


He matado a un hombre que no conocía de nada arrojándolo por la ventana del comedor de casa de mi abuela. Le he empujado como en un sueño, desentendiéndome de las consecuencias de mi obrar. Todo se vuelve misterio. Decido entregarme a la policía pero antes quiero explicárselo a mis padres, les llamo por teléfono y no contestan. Recuerdo que han ido de viaje.
La conciencia no deja de remorderme y cuando mis padres regresan me cito con ellos en una cafetería y les cuento todo. A través de la cristalera del bar vemos llegar un coche patrulla. «Vienen a por mí», digo. Me esposan y me conducen a la comisaría. Durante el trayecto no dejo de pensar en si me conviene más declarar o no decir nada, en si mis padres conocen a algún abogado o tendré que fiarme del de oficio… Tengo miedo, sé que mi versión «lo maté como en un sueño» no me servirá de nada pues no me entregué después del homicidio (ya han pasado tres días) y ni siquiera he llegado a entregarme, me han detenido.

17 de febrero de 2005.

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