luns, decembro 19, 2005

Soñar (I).

Entre el vivir y el soñar
está lo que más importa.
(Antonio Machado. Los complementarios.)

Logré encontrar el artículo sobre los sueños de los escritores que había prometido compartir con uno de mis anónimos glosadores (y, por supuesto, también con usted):

SUEÑOS.

Félix Romeo (ABCD las artes y las letras. Septiembre. 2005)

Entre los libros que nunca publicaré está una antología de sueños reales de escritores. No los sueños inventados en sus ficciones, los que inventa Antonio Tabuchi o los que recogió Borges, sino los sueños que los escritores anotan en sus diarios, en sus cartas, en sus memorias… Recojo todos los sueños pero me interesan más los sueños soñados antes de las teorías de Sigmund Freud. Walter Scott escribe en sus Diarios: «11 de junio de 1826. Malos sueños referentes a la pobre Carlota. Me desperté pensando que mi vieja e inseparable amiga estaba a mi lado, y sólo cuando estuve totalmente despierto es cuando me convencí de que ella era una sombra lejana y que mi cama estaba viuda. Creo que los fenómenos de los sueños se deben en gran parte al doble contacto que se tiene lugar cuando al dormir ponemos una mano sobre la otra. Cada una de ellas da a la otra la sensación de contacto, y nuestra fantasía durmiente atribuye esa complicada sensación a acción de otro ser, cuando, en realidad ha sido producida por la acción recíproca de nuestros propios miembros
En una libreta con dos anillas metálicas voy listando los sueños que leo: Cesare Pavese, en El oficio de vivir/El oficio de poeta, páginas 257, 259, 287 y 288…; Lorenzo Villalonga, en Diario de Guerra, páginas 55, 56 y 57; Margarite Duras, en Outside, páginas 253 y siguientes; Stephen Spender, en Journals 1939-1983, páginas 145y 146, 189,…; Carlos Edmundo de Ory, en Diario I, páginas 76, 128, 300…; Pier Paolo Pasolini, en Mamma Roma, páginas 143 y 144: «Es como si hubiera escrito páginas de una novela o poemas y –mientras duermo, mientras estoy ocupado en otra cosa- un rebaño de personas mediocres, sucias, inconsciente , feroces, llenas de la fúnebre alegría de los militares o de las asociaciones de estudiantes, entraran en mi estudio, revolvieran mis manuscritos, cogieran algunas páginas para pisotearlas, arrancarla, destruirlas»

(…)

Pero desde que recopilo esta antología de sueños de escritores realizo otra, que cada vez me parece más enigmática, de escritores que no anotan sus sueños, o que quizá no sueñan: Miguel Torga, Joe Orton, Ángel Crespo, Truman Capote, Turgueniev, André Gidé…
Me parece una caza interesante por lo que decido unirme a ella, espero tener suerte para poder compartir con ustedes las piezas que me cobre.

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