I
“¡A vivir! ¡A vivir!” –gritaba, corriendo por la calle, un hombre bastante parecido a James Stewart. Aquel día todos se saludaron amablemente y las reparaciones, las comidas y los cortes de pelo revelaron la existencia de Dios.
II
El zapatero persuadido por el doble de James Stewart decidió pasarse al bando de los antiprocastinadores*.Pero aquella mañana se durmió y las obligaciones retrasadas le amordazaron la sonrisa.
III
“¡A vivir como se crea adecuado!” –era el lema que su vecino gritaba aquella mañana. Muchos no llegaron a sus trabajos porque estuvieron llamando por teléfono a amigos con los que hacía años que no hablaban.
IV
“¡A vivir! ¡A vivir!” –gritaba una mañana más el sosias de la mítica estrella de hollywood. Ya pocos sonreían en el pueblo. “Cada vez madruga más”; “Me despierta a los niños”; “Tengo turno de noche y justo cuando me acuesto…”
V
“¡A vivir! ¡A vivir!” El opositor, perturbada su sagrada concentración por los gritos, salió a la ventana y disparó a aquel individuo tan pesado.
VI
El delegado del gobierno tomó las riendas de la investigación ante la inactividad de la policía del pueblo.
- “¿Quién mató a este actor?” Preguntó enseñando una foto del finado sonriente en un charco de sangre.
-“Fuenteovejuna, señor”
Todos se habían puesto de acuerdo. Aunque menos optimistas fueron felices tras la muerte de aquel sujeto larguirucho que corría por las calles nevadas proclamando la necesidad de ser mejores cada día.
*Antiprocastinador. Adjetivo construido por José Antonio Marina en su ensayo La inteligencia fracasada. Teoría y práctica de la estupidez. (2004) a partir del término latino “procastinador” que hacía referencia al que deja las cosas para mañana. Los antiprocastinadores son los que aprovechan todos los instantes de su tiempo sin dejar para mañana lo que pueden hacer hoy. Los “traperos del tiempo” en afortunada expresión de don Gregorio Marañón.
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