Un buen día un asesor del Parlamento decidió redactar algo tan farragoso como los Presupuestos Generales del Estado en verso. Contra todo pronóstico no hubo duras críticas de la oposición y el funcionario, animado, versificó la Ley General de Tráfico y la Hipotecaria. Los buenos resultados, que no sólo se manifestaron en la calurosa acogida de la opinión pública (especialmente estudiantes de derecho y opositores que, gracias al verso, memorizaban más fácilmente las disposiciones vigentes) sino también en el estricto cumplimiento que ciudadanos e instituciones hacían de las leyes rimadas, llevaron al Congreso a aprobar por unanimidad la Ley de Versificación. Unos meses después la Comisión Nacional de Versificación ya había publicado las nuevas ediciones del código penal y del civil que, sorprendentemente, se auparon a los primeros puestos de la lista de libros más vendidos. En el Parlamento alguien dijo «¿Por qué no la Constitución?», nadie se opuso.
Al tercer año se crearon las comisiones de versificación en los Ayuntamientos pues, como dijo el presidente: “…si logramos trasladar a los entes locales los indudables beneficios que la poesía ha reportado a nuestra convivencia podremos alcanzar la tan ansiada y, hoy probable, felicidad” Precisamente el romance DEL PLAN URBANÍSTICO DE LA VILLA Y CORTE fue el que supuso la quiebra del sistema. Las graves dificultades que el redactor tuvo para rimarlo le llevaron a usar el verso libre en el artículo 127. Como auténticos perros de presa los constructores se agarraron a aquella imperfección para burlar el propio plan. Los jueces tuvieron que aplicar aquél artículo del código penal, ya casi olvidado, que decía:
Al tercer año se crearon las comisiones de versificación en los Ayuntamientos pues, como dijo el presidente: “…si logramos trasladar a los entes locales los indudables beneficios que la poesía ha reportado a nuestra convivencia podremos alcanzar la tan ansiada y, hoy probable, felicidad” Precisamente el romance DEL PLAN URBANÍSTICO DE LA VILLA Y CORTE fue el que supuso la quiebra del sistema. Las graves dificultades que el redactor tuvo para rimarlo le llevaron a usar el verso libre en el artículo 127. Como auténticos perros de presa los constructores se agarraron a aquella imperfección para burlar el propio plan. Los jueces tuvieron que aplicar aquél artículo del código penal, ya casi olvidado, que decía:
“Al funcionario que acepte
de parte de un constructor
dádiva, don o presente
a cambio de ser autor
de acto, norma o expediente
que autorice, al tal factor,
a edificar libremente
sin respeto al redactor
de la norma competente,
castíguese como autor
con la pena procedente
para un delito mayor.”
Y por esa brecha volvió la prosa y con la prosa el mundo en que vivimos igual al que, con tanto esfuerzo, nuestros ancestros habían superado.
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